Año CXXXV
 Nº 49.590
Rosario,
martes  03 de
septiembre de 2002
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Un salto al vacío después del éxito
Coldplay apuesta al cambio con "A Rush Of Blood To The Head"
El grupo inglés volvió con un disco más profundo, duro y oscuro que su celebrado álbum debut

Carolina Taffoni / La Capital

Cuando Coldplay apareció, hace poco menos de dos años, con un hit llamado "Yellow", no fueron pocos los que festejaron que las mejores canciones pop habían vuelto a los rankings. El primer disco de la banda, "Parachutes", vendió cinco millones de copias, fue alabado por la crítica y trajo nuevos aires a la escena británica, bastante desgastada.
Sin embargo, el asunto no era tan simple. Los Coldplay no iban a jugar al estrellato con tanta rapidez, ni iban a vender tantas tapas de revistas como los hermanos Gallagher.
Con sus canciones oscuras y melancólicas, el líder del grupo, Chris Martin, daba toda la imagen de un chico tímido y acomplejado, lejos de las bravuconadas y los excesos de sus colegas. Martín venía de un hogar de clase media, tenía educación universitaria y rechazaba el alcohol y las drogas. Entre esa actitud y sus baladas melosas, los Coldplay encontraron muchos puntos de resistencia y fueron blanco de algunas burlas.
De todas formas, para su segundo álbum, Coldplay podría haber hecho una segunda versión de "Parachutes", vender más o menos otros 5 millones de copias, y conformar al mercado inglés, por un lado, ávido de "la gran cosa nueva" (ya hay mucha competencia americana) o de una banda que mantenga a flote su poderío, y por el otro, a los melómanos del mundo entero que siempre preferirán una linda melodía al parloteo del rap o la distorsión estruendosa del nü metal.
Pero el grupo, oh sorpresa, hizo otra cosa. Su segundo trabajo, "A Rush Of Blood To The Head", no es precisamente la continuación de "Parachutes". El primer single, "In My Place", es engañoso. Si el segundo disco es la gran prueba después de un debut prometedor, entonces "A Rush..." termina dando más de lo que se esperaba. Es más profundo, oscuro y duro que "Parachutes", y al mismo tiempo menos melancólico, entrañable y confortable.
Esta vez, Coldplay trata de contagiarse de la actitud progresiva (sí, progresiva) de Radiohead sin enfermarse, y del espíritu épico de U2 sin poner el dedo en la llama. De estas influencias troncales se desprenden otras más sutiles (desde Echo & The Bunnymen hasta The Cure, pasando por The Smiths), que hacen de "A Rush..." un disco más integral y rico que "Parachutes".
El comienzo es simplemente desconcertante. ¿Esto es Coldplay? Guitarras y teclados forman un frente de batalla sin miedo y después el cantante Chris Martin se queda solo con su piano. El estribillo machacante suena a pedido y a advertencia: "Abre tus ojos", canta, pero Martin parece otro cantante. El alivio llega con el segundo tema, "In My Place", que pisa en un terreno conocido: pop para derretir el hielo con coritos beatle. Hay ecos (demasiado lejanos) de un "Yellow" desteñido.
"A Rush..." debería dividirse así: los temas que podrían haber aparecido en "Parachutes" y los que definitivamente no podrían haber pertenecido a ese disco. En la primera categoría están el single de difusión, la melosa balada "The Scientist" (para desarmar corazones ya rotos), la encantadora "Warning Sign" y "Clocks", que podría estar firmada por U2 si no fuera por ese piano que insiste en arrastrarnos con la canción como si se tratara de alguna obsesión.
Por la segunda categoría corre la columna vertebral del disco. "Politik" es apenas el punto de partida. Después llega "God Put A Smile Upon Your Face", donde Coldplay amenaza con rockear al mejor estilo épico, aunque acá no hay ninguna victoria, el sabor es bien amargo y tortuoso. La cosa se pone más rara en "Daylight", una canción psicodélica con aires de música oriental. Acá cualquier patrón de Coldplay se empieza a desconfigurar. Como si fuera poco se viene "A Whisper", donde se nota que los chicos estuvieron escuchando algunos discos de Pink Floyd, por no hablar del tema que le da título al álbum, que se dispara como una canción desesperada con un estribillo glorioso.
"A Rush..." tiene la rara virtud de no parecerse a su antecesor, y además demuestra que Coldplay no era sólo un par de singles bonitos. Tampoco da la sensación de ser un inacabado álbum de transición, un virus que suele atacar a los segundos discos.
En "Amsterdam", el último tema de "A Rush...", Chris Martin canta: "El tiempo está de tu lado". Ya pasaron dos años de "Yellow" y "Parachutes", y el tiempo, por ahora, parece estar del lado de Coldplay.



La banda vendió cinco millones de su primer CD.
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