Año CXXXV
 Nº 49.589
Rosario,
lunes  02 de
septiembre de 2002
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Para grandes sectores sigue siendo una apuesta a futuro
A pesar de la debacle, la gente sigue apostando a la educación
La mitad de los rosarinos que tienen o buscan empleo no terminó el secundario. Asusta, pero en el 91 eran el 62,3%

Silvina Dezorzi / La Capital

"Aun en plena debacle, los sectores populares siguen valorando muy fuertemente a la educación como factor de movilidad social, lo que incluye a gran parte de los trabajadores, los desocupados y la clase media", afirma la reconocida especialista en educación Adriana Puiggros. Si a esa "apuesta a futuro" que asumen no pocos desempleados se suma que hasta para conseguir un trabajo de cajero en un súper se exige título de escuela media, se entiende por qué los indicadores educativos siguen siendo de los pocos que aún muestran algunas mejoras relativas. Por ejemplo: hoy asusta saber que uno de cada dos rosarinos con trabajo o en busca de empleo no terminó la secundaria, pero en algo consuela que once años atrás los porcentajes fueran aún peores: en 1991, el 62,3% de la población económicamente activa no había completado el nivel medio. No es para alegrarse, ni mucho menos, pero permite pensar que se trata de una estrategia de resistencia sociocultural con fuerte tradición en la Argentina.
En mayo último, el Indec midió 543.904 personas en el Gran Rosario que tienen o bien buscan trabajo: ellas forman, entre los 14 y los 69 años, lo que técnicamente se conoce como población económicamente activa (PEA). De ese total, el 27,7 por ciento sólo tiene la primaria completa. El 7,3 por ciento no la terminó y el 14,6 empezó la secundaria pero desertó antes de obtener su título. Sumando esos valores se advierte que el 49,6 por ciento -nada menos que la mitad- no completó su educación media.
Sin embargo, si esos números resultan elevados, hace una década eran bastante peores. En la medición del Indec de 1991, por ejemplo, había muchos más rosarinos que no habían terminado la primaria (13,3 por ciento de la PEA) y muchos más que habían empezado el secundario pero no lo habían completado (18,8). En total, los que no tenían su diploma representaban el 62,3 por ciento de la población económicamente activa: casi 13 por ciento más que ahora.
¿Cómo se conjuga un marco de empobrecimiento y deterioro social como el actual con esta mejor performance educativa?, les preguntó La Capital a distintos especialistas. "Aun cuando son mejores que hace una década, siguen siendo números terribles", sostuvo Puiggros, ex secretaria de Ciencia y Tecnología en el gobierno de la Alianza.
-¿Y cómo explica la mejora relativa?
-Primero, hay una mayor concurrencia de jóvenes al sistema educativo porque es el único lugar donde pueden estar: la escuela, como la Universidad, tiene un carácter de continente social y hace de playa de estacionamiento ante la evidente dificultad para encontrar trabajo. Segundo, los sectores populares valorizan muy fuertemente a la educación como factor de movilidad social, lo que incluye a gran parte de los trabajadores, los desocupados y la clase media. Si hoy un chico se va de la escuela no es porque no la valorice, sino porque no puede sostenerla más: ni económica, ni ritual, ni culturalmente. Y si se pregunta a familias de sectores socioeconómicos muy deteriorados qué creen que van a hacer sus hijos, la gente todavía contesta: "Uno va a ser arquitecto, el otro ingeniero".
-Se concentra un tremendo esfuerzo en la educación...
-Justamente, el tercer factor es que ese enorme esfuerzo que significa sostener a un hijo en la escuela secundaria se complementa con una exigencia equivalente para que la termine. Este es un dato muy importante de la sociedad argentina que se incrementó fuertemente en los últimos tiempos: aun en plena crisis la gente va a las instituciones educativas y sigue cifrando esperanzas en la educación. Y en cuarto lugar, sinceramente, porque creo que bajaron los niveles de exigencia.
Con parte de esta argumentación coincide Silvia Serra, una colega rosarina de Puiggros. "En los últimos 10 años un importante sector de gente se dice: «No tengo trabajo, voy a estudiar o terminar mis estudios para después salir a buscar»", afirma. Y esa puede ser una de las razones para que las escuelas de enseñanza media para adultos, más conocidas como Eempas, hayan mostrado en ese lapso una demanda creciente.
Aun así, Serra descree que esa tendencia pueda visualizarse en tan sólo una década y se retrotrae a 1976 como un punto de inflexión. "Esa época de nuestra historia marca el quiebre de un modelo de expansión de la educación pública argentina", dice, para afirmar que "la última dictadura fue el primer gobierno militar en interrumpir en forma drástica no solamente el proceso productivo nacional, sino también los procesos culturales".
Nuevamente hay acuerdo. Para Puiggros, "hoy por hoy Argentina se ubica en una media entre los países latinoamericanos, incluso en educación, cuando antes ocupaba un lugar de lo más avanzado: los mayores problemas no se verán en el corto plazo, pero habrá que prestar atención a la tendencia".
Aun así, queda abierto un interrogante: si no es posible que buena parte de las personas con menor nivel de instrucción hayan quedado lisa y llanamente fuera de la población económicamente activa (que tiene o busca empleo). La subdirectora de Estadística municipal, María Rosa Vallasciani, ensaya una respuesta con un aplastante sentido común: "Puede ser: hoy, para ser cajero de cualquier supermercado, lo mínimo que se pide es un título secundario".


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