El espigón internacional del aeropuerto internacional de Ezeiza es un mudo testigo de las escenas de las despedidas -desgarradoras, movilizantes- de los miles de argentinos que diariamente deciden radicarse fuera de nuestro país.
Si se repetía que "los argentinos descendemos de los barcos", ahora, "ascendemos a los aviones". Es que ante lo fuerte que ha golpeado la crisis, no sólo en lo económico, sino también en la seguridad, en lo social, y en lo político, una parte de nuestra población ha tomado la decisión de buscar nuevos horizontes.
"La inmigración es siempre un proceso traumático, no importa si se realiza en condiciones de opulencia o indigencia, si es motivada por razones políticas o si se trata de un recurso extremo y desesperado para salvar la vida. Hay algo esencialmente desgarrador en la decisión de abandonar lo propio, lo familiar, lo conocido, para radicarse en una realidad ajena", dijo Diego Melamed, autor del libro "Irse".
Melamed, que presentará su libro en la Feria del Libro de Miami en noviembre próximo, agregó que "nadie emigra por placer. Si bien en el acto de partir, con el propósito de empezar de nuevo, hay implícita una esperanza, la nueva realidad raramente satisface".
Pero detrás de cada partida, hay una familia que se queda, desgarrada, golpeada, herida, con el alma hecha lágrimas, con la mirada enturbiada por la angustia, con una infaltable pregunta atascada en la garganta frente a la puerta de preembarque: "¿Cuando lo volveré a ver?".
"El 38 por ciento de los padres argentinos aconseja a sus hijos que se vayan del país, aunque tienen una sensación contradictoria. Saben que es bueno para los hijos intentar estar mejor, aunque eso implique el desarraigo", explicó el escritor.
"Pero paralelamente, les gustaría que se queden cerca de ellos. Esta doble sensación se puede constatar de manera desgarradora en Ezeiza, donde diariamente se los ve llorar abrazados a los que emigran, pero sin argumentos para retenerlos", añadió.
Padres argentinos
Para dejar fluir la angustia, un grupo de padres decidió construir un nuevo lugar y, entre 1998 y 1999, se formó la agrupación de Padres de argentinos por el mundo, una iniciativa de Rosa Garcés, cuyo hijo Germán, ingeniero electrónico, se radicó en 1997 en Alemania.
Se reúnen el primero y último jueves de cada mes, a las 17, en un aula que les presta el colegio de la Iglesia de Loreto, en Coronel Díaz y Juncal, en el porteño Barrio Norte.
Esta agrupación, cuyo servicio es gratuito, es "apolítica y arreligiosa", enfatizan, se está extendiendo hacia el interior, y ya tienen una filial en Rosario, otra en San Juan, y se está formando una tercera en Puerto Madryn.
Rosa, odontóloga jubilada, cuenta que tras la partida de su hijo, "al año siguiente, a una amiga mía -también odontóloga- se le fue su hija, Silvina, a radicarse a Inglaterra. Mi amiga, mientras se proyectaba el viaje, comenzó a sentirse mal. Y yo le decía te va a pasar esto, vas a sentir lo otro, porque son cosas que uno va descubriendo cuando te pasa una cosa tan fuerte, como que se te vaya un hijo".
"Y parece que la ayudé. Porque cuando se fue Silvina, un día me llamó de Londres, y me dijo no sabés lo bien que le hiciste a mi mamá, ni te lo imaginás. Eso fue como un golpecito en la cabeza, y dije, si nosotras dos nos ayudamos, quizá podemos ayudar a otras mamás y ayudarnos mutuamente. Y así fuimos dos, se fueron sumando más, y hoy tenemos registradas 100 familias", dice Rosa.
Desparramados
Los integrantes de Padres de argentinos por el mundo tienen hijos que viven en Estados Unidos, España, Alemania, Inglaterra, Italia, Israel, otros países de América, y hasta en India y Japón.
Son grupos de autoayuda, que si bien no quieren darle un significado terapéutico, en el fondo lo son, ya que los familiares pueden hacer catarsis en ellos.
Tienen una psicóloga, Ana María Jáuregui -que trabaja ad honorem- que los contiene y les enseña a descubrir cosas muy importantes. Brindan informes en el teléfono 15-5113-5163, o por e-mail: [email protected].
A Rosa, la partida de su hijo le sirvió para hacer catarsis, y se le despertó la poeta que tenía dormida dentro suyo. Con la ayuda del Fondo Nacional de la Artes, publicó el libro de poemas "Parten".
"Esta dedicado a mi hijo, a los padres de argentinos por el mundo. Describe la partida, el avión, la ira, el cuarto vacío", contó.
En relación a si los padres tienen intenciones de unirse en el exterior a sus hijos, Rosa dijo que "no hay intenciones de la gente grande de irse, porque acá tienen otros hijos y sus amistades. Aunque con las noticias que te bombardean, con la inseguridad, ahí a todos nos dan ganas de partir. Pero ya estamos resignados".
"Muchos se nos acercan, y nos dicen que tenemos que estar contentos que nuestros hijos están afuera, que están bien ubicados, que se salvaron de esto. Y, si nosotros racionalmente pensamos lo mismo, incluso los apoyamos y estimulamos. Pero todo pasa por el corazón, porque ya los sentimientos son distintos. Por eso es muy bueno agruparse, vivir esta experiencia, y juntos sentirnos contenidos", añadió. (Télam)