El odontólogo ha sido, probablemente lo siga siendo, uno de los profesionales más temidos. Pero aun así nadie preveía que su irrupción en la dialéctica política adquiriría una significación del todo definitoria. Cuando en 1999 Carlos Reutemann le recriminó a Jorge Obeid que le estaba dejando una bomba atómica en las finanzas provinciales -era la época en que presionaba por la aprobación de una ley de emergencia que después obtuvo y, aunque desagradable, la norma le permitió afrontar las dificultades que se avecinaban para su segundo mandato-, se justificó luego diciendo que ese día, cuando lo entrevistó un periodista, "estaba descerebrado, venía del dentista".
El líder del PT de Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva, acaba de conseguir un apoyo trascendente en su carrera directa al Planalto, el del ex presidente José Sarney. Los observadores del vecino país estiman improbable esa alianza si el candidato no se hubiera atrevido a vérselas con el dentista. "Es como ir al dentista, no nos gusta pero hay que hacerlo", dijo Lula al acceder a firmar un compromiso junto a los demás postulantes presidenciales que competirán el mes próximo y que facilitó la ayuda enviada por el FMI a su país cuando la crisis argentina amenazaba arrastrarlo en la rodada.
En la Argentina, hasta el aspirante presidencial más cercano al gobierno que es José Manuel De la Sota se ha declarado contrario a la idea de que los odontólogos del FMI rellenen las caries de la economía nacional sin anestesia. Para el precandidato peronista es peor el dolor del estómago vacío que el dolor de muelas. "La deuda interna es mucho más importante que la externa. El principal compromiso es con los nueve millones que no comen y los cuatro millones que no tienen trabajo. Ningún país puede preocuparse en esa situación de sus compromisos internacionales. El FMI tiene que revisar sus políticas y un presidente democrático tiene que hablarles con franqueza. Decirles que acá hubo una dirigencia que se endeudó irresponsablemente pero que ellos prestaron lo que no podríamos devolver. Ni en un millón de años Argentina, con su nivel de actividad, podrá cumplir. Entonces habrá que decirles que más vale algo que nada, y que más vale tarde que nunca. Que ese algo sólo podremos pagarlo si ellos abren mercados para nuestros productos. Si los mismos que nos quieren cobrar nos ponen trabas al comercio, no podrán cobrar", fue el mensaje que el cordobés desgranó en la escalinata de la Casa Gris de Santa Fe el miércoles pasado.
Cómo evitar el sufrimiento
Simultáneamente desde Buenos Aires el presidente Eduardo Duhalde repetía una vez más su exhortación a los candidatos para que definan qué actitud tomarán con el FMI. Según él porque de esa forma "se saldrá más rápido" de la crisis y se "evitará sufrimiento a la gente".
Aflora con mayor nitidez el dato del que ya se ha percatado todo el país. No es al gobierno de Duhalde al que el FMI le prestará fondos sino a quienes lo sucedan y ninguno de éstos, ni De la Sota, parecen proclives a permitirle al presidente rubricar el acuerdo. De modo tal que el frente externo está aún en veremos y con él alguna definición, que nadie asegura que pueda resultar del todo beneficiosa, para la economía argentina.
Si habremos de atenernos a las declaraciones públicas del propio De la Sota y posteriormente de su competidor partidario Néstor Kirchner, fue precisamente de esto de cuanto hablaron ambos el miércoles con el gobernador Carlos Reutemann, a quien visitaron en su despacho de Santa Fe, respondiendo a un llamado de éste que, en cambio, desairó y lo hizo notar el precandidato puntano, Adolfo Rodríguez Saá.
Para evitar el fracaso absoluto con que se encamina a entrar en la historia su interregno Duhalde necesita rubricar el acuerdo con el Fondo y si, como muchos piensan, de las filas del peronismo es muy probable que salga su sucesor, la cuestión se resumiría en una cuestión interna del Partido Justicialista.
De este modo que dos precandidatos presidenciales peronistas se hayan reunido a conversar con el presidente del congreso nacional de su partido sobre la realidad del país (el gobierno de Duhalde) y el futuro próximo (las negociaciones con el FMI) importa, por traslación directa, que hablaron lisa y llanamente de la interna partidaria. Cosa que fue negada, con énfasis ineficaz, por los dos visitantes de modo innecesario y contradictorio.
Quizás resulte políticamente correcto disimular que se habla de las elecciones pero no deja de ser por ello francamente ridículo. Cualquier análisis de la realidad nacional con un gobierno en franca y desastrosa retirada por el atajo del adelantamiento comicial deberá incluir inexorablemente el menú electoral entre sus variables de consideración. De lo contrario carecería cuanto menos de amplitud sino de seriedad. Y si por algo desvelan Reutemann, De la Sota y Kirchner es por parecer hombres serios.
La propuesta de Elisa Carrió y Luis Zamora de propiciar una renovación electoral abarcativa de la totalidad de los cargos pone en un brete al gobierno y al oficialismo en su conjunto. Ambos legisladores se han puesto a la cabeza de un reclamo que, conviene recordar, no es de su propia factura. Guste o no, se adhiera o se la rechace, se la considere vacua o revolucionaria, la bandera del "que se vayan todos" fue enarbolada en las puebladas que desalojaron de la Casa Rosada a Fernando de la Rúa y Rodríguez Saá y lejos de perder vigencia parece vigorizarse.
Se trata entonces de un reclamo ascendente que con la adhesión que a la consigna sumaron quienes son hoy las principales figuras de la oposición marcha directo al corazón de la interna oficialista donde, como le aconteciera al gobernador Carlos Reutemann con los senadores que supuestamente le responden en su provincia, llegada la hora son más las voluntades peronistas que propugnan el quedarse que la salida en masa. La idea del gobierno nacional de comprometer a quienes propician que todos se vayan con un registro que deje testimonio de esa decisión es un arma de doble filo. Suponiendo que los dirigentes opositores, aquellos que tienen hoy referenciación notoria en la sociedad e incluso chances electorales se inscriban, ¿asegura que los peronistas, verbigracia Carlos Menem, también lo hagan? Se expone así a dejar a su propio partido en confrontación con lo que podría configurar una anónima pero extendida decisión social.
Pero ciertamente es la candidatura y en base a ella los alineamientos automáticos que generarán, lo que necesitan los peronistas para aspirar a un tránsito hasta las elecciones medianamente signado por códigos de racionalidad y sentido común. Si no hay consenso entre quienes pertenecen al mismo partido que pide préstamos, al menos como enunciado, es comprensible que los prestamistas (con más razón, cuanto más usureros sean) no quieran ceder ni un peso.
Consenso para ordenar la interna y, de algún modo, con ello el proceso electoral es lo que buscó Reutemann el miércoles instando a la visita de los precandidatos. Un trámite que desorienta al aparecer a contrapelo de lo que es su costumbre a la hora de involucrarse en cuestiones como la que nos atañe. Una ronda de consultas telefónicas habría cumplido el mismo rol y de hecho Reutemann debió llamar a Kirchner, Rodríguez Saá y De la Sota, y por qué no suponer que a los demás precandidatos también, para invitarlos a viajar a Santa Fe. Optó en cambio por reuniones visibles, casi rompiendo un estilo.
Alguien decía advertir a primera ojeada el beneficio obtenido por De la Sota y Kirchner con haberse presentado ante el gobernador de Santa Fe, que aparece como el más codiciado entre oficialistas y opositores. E incluso el de Rodríguez Saá con su negativa para fortalecer su imagen triunfalista de crecer en las encuestas y no necesitar el abrazo del grandote como sus competidores. Además el puntano no iba a reportarse mansamente para abaratar su propia jugada de haberle enviado al Lole un carta exigente de que se pusiese al frente del proceso electoral interno en su calidad de máxima autoridad partidaria y que como tal garantizara el óptimo desarrollo del mismo.
El balance de dos reuniones
Ese alguien se preguntaba cuál era el rédito que obtenía Reutemann con la ronda de consultas. Existe una primera respuesta y que tal vez por sonar simple cunda la tentación de desecharla demasiado rápido. El gobernador recién se ha reintegrado a sus funciones y ha modificado de plano su gabinete de un modo conmocionante, con lo que pretendió -todos han especulado con ello y él mismo no lo ha desmentido- transmitir la sensación de dominio de su gobierno.
Esa necesidad sería sobreviniente a la caída de una posible postulación presidencial. Si la negativa a competir le menguara su poder, el Lole demostraría que todavía le alcanzaba para volver a tomar las riendas provinciales con pulso firme desmitificando de paso su dependencia de cualquiera de sus subordinados. Pero si algo podría consumar ad límine el trámite sería una revalorización del peso nacional que tiene el gobernador.
Si ese fue el objetivo de su exposición de esta semana lo logró ampliamente. Tanto que desde el gobierno nacional se han vuelto a ilusionar con contarlo en la grilla de competidores y desde los medios de prensa han tornado a alentarlo como desde el primer día. "Me halaga que lo hagan. Que me lo reiteren. No puedo mentir. Me embarga un gran orgullo, eso es cierto. Agradezco a todos, a la gente que me para en la calle o que me escribe alentándome. Pero he tomado una decisión y no seré candidato digan lo que digan", le dijo en las últimas horas a La Capital.
A costo cero, Reutemann cosechará otros quince días cuanto menos como uno de los centros principales de la atención política del país. Tanto desde adentro como desde afuera de las fronteras. De hecho, el cambio de gabinete y las reacciones enojosas de quienes no estuvieron de acuerdo, ya sea por intereses afectados u otros motivos, parecen cosas lejanas.
Aun así hay quienes, máxime en el peronismo donde una inveterada vocación de poder lleva a observar tanto la aguja como el hilo, se siguen inquiriendo sobre el destino político del gobernador. Ese que él ha dicho que sólo le compete a sí mismo decidirlo pero afirmando que no será alejado de la política. Uno de esos quienes se preguntó entonces si el próximo presidente, en caso de que sea peronista y dado que llegará como todas las ecuaciones lo preanuncian con el porcentual de votos más bajo de la historia de ese partido, también será el jefe del PJ.