Año CXXXV
 Nº 49.588
Rosario,
domingo  01 de
septiembre de 2002
Min 3º
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Editorial
Corrupción endémica

Cuando se le pide a la gente de la calle, a los habitualmente llamados "argentinos medios", una evaluación de la actual crisis que aflige a la República y se le requiere de inmediato una explicación de sus razones, un elevado porcentaje de las respuestas recaerá inevitablemente sobre la corrupción como principal causa. Es decir, el común de los ciudadanos cree que la deshonestidad de los dirigentes afecta de tal modo al país que se erige, sencillamente, en el fundamento de todos los males nacionales. Ciertamente que ese análisis peca de simplista, ya que los motivos que impulsaron el derrumbe de la economía se sitúan en otra esfera, pero la crítica imagen no deja de tener sólido anclaje en la realidad. A tal punto que de acuerdo con los datos difundidos el miércoles por una organización no gubernamental, Transparency International (TI), los niveles de corrupción de la Argentina empeoraron y ha bajado del lugar 57 al 70 en un ranking integrado por 102 Estados, de los cuales el más "limpio" es la remota Finlandia.
En la reciente visita que hizo al país el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, este destacado especialista -que integró el staff del Fondo Monetario Internacional- no sólo criticó con aspereza la actuación de los organismos financieros en relación con el bien llamado "caso" argentino, sino que dejó sabrosas reflexiones acerca del fenómeno de la corrupción. "Terminar con ella no resolverá el problema económico de este país", aseguró, abriendo una polémica. Es que, tal cual se lo afirmó antes, la actual crisis se vincula con cuestiones más estructurales y que se relacionan de modo íntimo con el modelo que rigió durante la última década. Sin embargo, difícilmente pueda ponerse en duda que los elevados índices de corrupción son parte importante del "caso" argentino.
En el informe se destaca, además, que durante el gobierno de Fernando de la Rúa -una de cuyas principales promesas de campaña fue acabar con el flagelo- aumentaron los niveles ya altos que se registraban durante la gestión de Carlos Menem. Y la conclusión del dossier es preocupante: "El proceso de corrupción es profundo y sistémico, y no es patrimonio de un gobierno sino del conjunto de la sociedad", se asegura. Por ende, es la propia población la que debe generar -desde abajo- los anticuerpos, sin olvidar que la tarea de limpieza será larga y ardua. Razón más que suficiente para comenzarla ahora.


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