| | Himalaya: El exótico camino de los lamas
| Corina Canale
Recorrer el antiguo Camino de los Lamas es adentrarse en un paisaje tan especial como desconocido, y en un mundo sólo accesible a los grandes viajeros. Un itinerario que atraviesa los exóticos países cercados por los Himalaya, llega a la fascinante China y entra a Bhutan, el último de los reinos lamaistas. Y desde la China milenaria, desde Pekín, surcar las estepas en el Transmogoliano y llegar al desierto del Gobi. Después el tren arriba a Ulaan Baator, la capital de Mongolia, el reino de los silencios y los contrastes. Mongolia es un derroche de cumbres altísimas y boscosas, donde la vida animal y vegetal es exhuberante, muy viva. Un país donde los pastores nómades montan en caballos pequeños, que parecen enanos pero que son simplemente eso: pequeños. Y llegar al Tibet, el país de los lamas, donde se vive un presente sin tiempo; donde lo eterno son las cumbres cotidianas del Himalaya y el imponente Palacio Potala. Donde están Lhasa y Shigatze, las ciudades sagradas. Hasta que allí nomás, al alcance de las manos, emerge el Shangri-La de la leyenda con su paz eterna, el milenario valle de Kathmandú, las selvas verdes y espesas, y el Everest, que deja de ser un sonido, un montón de letras, para ser la cumbre más alta del mundo. El Everest de los Himalayas, de 8.849 metros de altura, en tierras de Nepal. En el desierto los turistas viven en una suerte de carpas, redondas y rígidas, muy confortables, que se llaman "gers". Desde allí se visitan los depósitos de fósiles de dinosaurios y se emprenden paseos en extraños camellos de dos jorobas. El silencio de Tiber y Mongolia es muy intenso. Son lugares de altura donde no llegan los ruidos de las ciudades. Esa serenidad aquieta mucho el espíritu. Si bien no se trata de viajes espirituales, se siente que algo ha cambiado en nuestro interior. En Nepal los viajeros pueden alojarse en los bungalows de un parque nacional, el Royal Chitwan National Park, en plena selva y muy cerca de la frontera con la India. Esos son los dominios del tigre de bengala y el habitat natural de rinocerontes de un cuerno. A lomo de elefante los viajeros realizan safarís fotográficos y expediciones en land rovers, mientras que los más audaces emprenden travesías en botes a remo por ríos plagados de yacarés. En estos lugares es donde se disfruta más el ruido de la selva. Es emocionante caminar por los intrincados senderos y mirar los picos helados del Himalaya. También se puede abordar una avioneta de veinte plazas y sobrevolar el Everest durante dos horas. Por las características de la máquina sólo se llegar hasta los cinco metros de altura, y a veces, con buen clima, se aterriza en una pista a los tres mil metros, que es el lugar del que parten las expediciones. En Kathmandu, la capital de Nepal, los occidentales reconocen a la ciudad medieval de Pashupatinath, la ciudad sagrada de los hinduístas, porque allí se filmó una película que asombró al mundo: "El pequeño buda". En ese lugar todo se centraliza en el templo dedicado a Shiva y a Bagmati, el río también sagrado. También está allí Bodnath, un antiguo centro de peregrinación y meditación budista; desde Bodnath, en un vuelo bajo a través de los montes Himalayas, se llega a Bhután, el reino del dragón que tiene 2700 años de antigüedad. Apartado del mundo por altas cumbres tapizadas de bosques y ríos, emerge el Reino de Bhután, miembro de las Naciones Unidas. Su geografía es muy parecida a la de Suiza y en su capital, Thimphu, aún están las murallas que se levantaron para resistir las invasiones de los tibetanos.
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