Miguel Pisano / La Capital
No hay partido más importante en Rosario. Pero literalmente. Si Central o Newell's jugaran esta tarde la final de la copa del mundo, por poner un caso de la máxima competencia aunque no exista como tal, tampoco sería más importante que el clásico que la ciudad que acaba de cumplir sus primeros 150 años se apresta a jugar dentro de un rato. "Yo quiero ganarle a Ñubel como sea. Si el lunes me pisa un tren no me importa", exageró un canalla durante la semana, cuando encontró por la calle al delantero de Central Martín Mandra, quien contó la anécdota en una entrevista con Ovación, todavía sorprendido por la forma en la que los hinchas auriazules viven el partido del año. Si hasta al propio Mellizo Gustavo Barros Schelotto, que tiene en el lomo otros clásicos de fuste como Boca y River, Gimnasia y Estudiantes y Racing e Independiente, nada menos, le llama la atención la pasión y el fervor que son capaces de poner los canallas por el clásico que los desvela. Cómo será la importancia que los simpatizantes rojinegros le asignan a este encuentro que el jueves juntaron unos cuatro mil hinchas en el estadio del parque Independencia para cumplir con la cábala de alentar al equipo antes del clásico, a pesar de que justamente ese día los jugadores practicaron en Bella Vista para preservar la cancha y que la mayoría ni siquiera pasó a saludarlos por el Coloso del Parque. "Hace dos horas que me estoy cagando de frío y estos ni siquiera aparecieron", se quejó uno de los simpatizantes rojinegros. Y el propio director técnico rojinegro, el Negro Zamora, uno de los pocos que pasó a saludar, apenas llegó en su auto hizo numerosos y desesperados llamados a sus jugadores para que se acercaran a cumplir con el rito del saludo a sus hinchas, que finalmente cumplieron sólo Luciano Vella y Mauro Rosales, de mala gana y a las apuradas. Claro que los jugadores tampoco tienen la culpa de la lluvia y de que los simpatizantes decidan convocarse en el estadio del parque Independencia justo el día en el que ellos practican en Bella Vista, aunque resulte difícil hacer entrar en razón a los hinchas, mucho más afectos a las cábalas futboleras que a la lógica. Hace 150 años ni siquiera existía el fútbol, Central y Newell's ni habían sido soñados y la villa del Rosario recién era declarada ciudad. A fines de 1903 Central recién era un pibe de 12 años, Newell's todavía no existía y el clásico no se le pasaba por la cabeza a ningún rosarino, por más canalla y futbolero que fuera. Con todo, desde aquel primer clásico en un potrero polvoriento entre los ferrucas de Alberdi y los niños bien del Colegio Anglo Argentino la historia de Central y Newell's quedó irremediablemente partida al medio como la de la propia Rosario, que tiene el corazón dividido por el certero filo de un hachazo clásico.
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