El viernes a la noche, los espectadores que asistían a la representación de la obra Asunción en el teatro La Morada de Buenos Aires y San Luis no salían de su asombro cuando tres policías de civil de la comisaría 1ª llegaron a la sala para clausurarla. Los agentes tenían una orden de allanamiento de un juzgado de faltas y el argumento del procedimiento era un tema menor: un comisario de la policía rosarina había radicado una denuncia por ruidos molestos, que, según el oficial, provenían del teatro. Los agentes constataron que el sonido no superaba los decibeles permitidos por las disposiciones municipales, y decidieron clausurar el teatro porque el bar que funciona en el lugar no tenía habilitación municipal. El procedimiento pareció irregular: el responsable de la sala -un director de teatro- quedó detenido unas horas por averiguación de antecedentes en la comisaría 1ª. La historia es una sucesión de disputas entre un vecino y los responsables del complejo teatral. Los protagonistas de la saga son el comisario inspector José María Thompson, jefe del Centro de Instrucción en Destino, y los integrantes de los elencos que representan los fines de semana cuatro obras en La Morada. "Asunción" -obra subvencionada por el Instituto Nacional del Teatro-, "La boca que me parió", "Bravo" y "Mabel" son las piezas a cargo de dos grupos independientes de teatro, dirigidos por Gustavo Di Pinto y Enrique Gabenara. Di Pinto, quien fue detenido por la policía, es un conocido director del teatro rosarino y con su grupo Esse Est Percipi ha representado entre otras obras "A la gran masa", "Oscurecidos los ojos, estremecida la nariz", "Vittorino Pacheco y "Pablo". La batalla legal se inició a principios de año cuando Thompson radicó una denuncia en la Dirección de Control Urbano por ruidos molestos. "Primero le molestaba la música. Entonces controlamos este tema. Después se empezó a quejar de los diálogos de los actores y de los aplausos de los espectadores", explicó Gabenara. Entonces inspectores municipales llegaron a la sala y no sólo, según los directores teatrales, no verificaron ninguna infracción sino que le otorgaron la habilitación definitiva. Después, el jefe policial decidió continuar su cruzada en la comisaría 1ª, aunque curiosamente desde esa seccional informaron a la Defensoría General que en la dependencia no había denuncias presentadas por Thompson cuando Gabenara y Di Pinto presentaron un abocamiento para no presentarse en la secciona ante cada denuncia. En realidad, los dos hombres de teatro debieron concurrir a la seccional de Juan Manuel de Rosas al 1300 después de recibir una citación. Allí un oficial que los atendió les dijo "que la cosa no iba pasar a mayores" si los responsables de la sala levantaban la función de los martes. La cuestión que enfrentaba al vecino y a los artistas era el "redoblar de los tambores" que perturbaba la tranquilidad del jefe policial. Entonces la obra no salió más a escena y cuando parecía que las turbulentas relaciones entre el oficial y los responsables de La Morada parecía encaminarse por el camino del diálogo, surgió un nuevo suceso que alteró la convivencia. En mayo pasado, cuatro o cinco ladrillos sacudieron el tinglado del teatro cuando se representaba una pieza. Thompson habría admitido que él los arrojó desde su casa. El jefe policial y los artistas fueron nuevamente a la comisaría 1ª. Según los directores, en la seccional no tomaron constancia de su denuncia, pero sí radicaron la del oficial, por ruidos molestos. Gabenara y Di Pinto se presentaron entonces el Juzgado de Faltas Nº1, a cargo de Liliana Puccio, para denunciar lo que había ocurrido. La historia parece que tuvo su capítulo final el viernes pasado. Eran las diez de la noche y unos 25 espectadores observaban la obra "Asunción". Tres policías vestidos de civil de la seccional 1ª ordenaron desalojar la sala ante el estupor del público. Llegaron con una orden de allanamiento de la jueza Puccio porque el sonido de la sala superaba supuestamente los decibeles permitidos. Los agentes no pudieron verificar esta anomalía y entonces echaron mano a otro argumento para clausurar el teatro: dijeron que en la sala funcionaba un bar sin autorización municipal. "En realidad se trata de un lugar con unas mesas y un termo de café para darle a la gente", explicó Di Pinto. Di Pinto estuvo cerca de tres horas detenido en la seccional 1ª por averiguación de antecedentes. Además, según dijeron los artistas, en el procedimiento no participaron inspectores de Control Urbano. La clausura de la sala provocó una movida en la comunidad teatral rosarina. Anoche, los espectadores de los obras de teatro iban a ser invitados a firmar un petitorio contra lo que ellos consideran una medida "arbitraria". Además, en la cátedra de posgrado de Arte Escénico que se dicta en la Facultad de Humanidades ya se habían "juntado firmas".
| Enrique Gabenara y Gustavo Di Pinto, directores de la sala. (Foto: Daniel Carrizo) | | Ampliar Foto | | |
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