Nueva York. - Contra Irak, ¿solos, o con la venia de Naciones Unidas? Una pregunta que ya se hizo el ex presidente de EEUU George Bush padre, quien, cuando se trataba de echar a las tropas iraquíes del pequeño e invadido emirato de Kuwait, finalmente optó por actuar en el marco de la ONU. China se abstuvo, y solamente Cuba y Yemen votaron en contra de la resolución 678 de la ONU, impulsada por EEUU, que el 29 de noviembre de 1990 bendijo la operación Tormenta del Desierto.
Luego de un ultimátum decisivo, a instancias del entonces máximo líder de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, en la mañana del 17 de enero de 1991, un bombardero Stealth estadounidense arrojó el primer misil guiado por láser contra un objetivo en Bagdad. El entonces secretario de Estado norteamericano, James Baker, anunció el comienzo de una nueva era en las Naciones Unidas: la organización mundial sería guiada por "un Consejo de Seguridad efectivo, libre de las ataduras de la Guerra Fría".
Más de once años más tarde, el presidente George W. Bush se encuentra frente a un dilema parecido al de su padre: acción militar contra Saddam Hussein, ¿con o sin mandato de la ONU? Aunque hasta ahora Bush junior no da señales de consultar a las Naciones Unidas. "El motivo es claro", dice un diplomático occidental ante la ONU: "En este momento lo único que obtendría es una respuesta negativa".
Ya no se trata de las "ataduras de la Guerra Fría", sino de serias preocupaciones sobre la estabilidad en Medio Oriente, así como de intereses económicos de otras potencias con poder de veto que evitan que el Consejo de Seguridad apoye el derrocamiento de Saddam Hussein. Mientras que Gran Bretaña toma distancia y trata de encontrar una fórmula de compromiso, China, Rusia y Francia dicen "no", aunque con mayor o menor claridad.
Segunda Tormenta del Desierto
Sin embargo, la mayoría de los funcionarios de Naciones Unidas considera poco probable que Washington finalmente ceda ante la presión internacional y renuncie a una segunda "Tormenta del Desierto". Para llegar a esta conclusión se basan en el discurso del vicepresidente estadounidense, Dick Cheney, quien a comienzos de la semana dijo que en realidad no importaba si Irak permitía o no el regreso de los inspectores de armas de la ONU. "Dicho de manera simple, no hay duda de que Saddam Hussein ahora cuenta con armas de destrucción masiva. No hay duda de que las almacena con el propósito de usarlas contra nuestros amigos, nuestros aliados y contra nosotros", dijo.
Al respecto, los diplomáticos estadounidenses difunden que todas las resoluciones adoptadas por las Naciones Unidas contra Irak siguen teniendo vigencia. Al fin y al cabo, Bagdad aún no cumplió con las condiciones establecidas en la resolución 687 para el cese del fuego luego de la operación Tormenta del Desierto. Y si no se cumplieron las condiciones la guerra no ha terminado. Por lo tanto, según los estadounidenses, no son necesarias nuevas resoluciones de la ONU. Pero ahora Baker recomienda, y muchos creen que expresa la posición de Bush padre, más prudencia en el trato con el resto del mundo.
Las viejas resoluciones -doce hasta el comienzo de la Guerra del Golfo- en su momento fueron formuladas por EEUU y adoptadas sin problemas en vista de la indiscutible agresión perpetrada por Irak contra Kuwait. En ese entonces, tras la caída del imperio soviético y el hecho de que EEUU se erigió como la única superpotencia sobreviviente del planeta, Washington no la tenía difícil en las Naciones Unidas.
EEUU por entonces actuaba "como si la ONU le perteneciera", escribió en retrospectiva Stanley Meisler, veterano corresponsal ante Naciones Unidas del periódico Los Angeles Times, en su libro Naciones Unidas-Los primeros cincuenta años". "Al más mínimo indicio de que ya no les pertenece a ellos solos, los estadounidenses volverán a dar la espalda a Naciones Unidas", opinó Meisler. (DPA)