| | Editorial Renovación que da aire
| La crisis argentina, extendida hasta el punto del agobio, ha repercutido de manera negativa sobre múltiples aspectos de la vida social del país, pero sin dudas que el sector que ha sufrido en mayor medida el peso del descrédito es la dirigencia política. Sucede que sus errores -por acción u omisión- han recaído sobre la gente y las consignas que reflejan el desencanto no discriminan: "Que se vayan todos" es el ejemplo más contundente. Sin embargo, el peligro de las generalizaciones incluye la desastrosa tentación que representa el autoritarismo. En ese complejo marco, reflejado en demandas que muchas veces no se comparecen con lo posible y que en ocasiones pareciera tornarse inmanejable, el gobernador de la provincia ha decidido refundar su gestión mediante el recambio de gran parte de su gabinete de ministros. Carlos Reutemann no ignora los niveles de escepticismo imperantes y tampoco el grado de necesidad que padecen muchos santafesinos. Con ese mapa en sus manos, se ha definido por imprimirle al último tramo de su gobierno el sesgo de la eficiencia. Se hacía alusión, en el párrafo anterior, a los graves riesgos que conlleva la antipolítica. La confusión entre las equivocaciones de una camada puntual de dirigentes y el fracaso del sistema democrático asoma como el peor de los caminos posibles en una Nación que conoce demasiado bien los siniestros efectos de las dictaduras. Resulta muy atractivo, en un panorama tan oscuro, apelar a la demagogia. La Argentina ha sabido depositar excesiva confianza en aquellos que prometían salidas milagrosas de situaciones de dificultad extrema. El mandatario santafesino, en las antípodas de tal receta, entiende que el mejor modo de afrontar los problemas es a partir del sinceramiento más absoluto: tanto se tiene, tanto se puede. Claro que, como lo que se posee es poco, corresponde administrarlo con idoneidad y cuidado. Sobre esas bases se asientan las modificaciones ministeriales, sobre todo en la crucial área de Hacienda. Y, ya en clave política, pareciera que la mecánica adoptada consistió en reemplazar piezas que tal vez hubieran sufrido un excesivo desgaste. Es de desear que los objetivos que se propone el gobernador encuentren adecuado correlato en los hechos. Más que nunca, del éxito o el fracaso de una administración dependen aspectos que trascienden la esfera de lo coyuntural y se confunden con el destino del país todo.
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