| | Reflexiones La hora del conocimiento
| Pablo de San Román (*)
La reciente realización del X Congreso de Aapresid (llevado a cabo en Rosario) nos dejó no sólo una clara perspectiva de lo se discute hoy en el mundo en materia de progreso, sino una sensación compartida de ansiedad e incertidumbre. ¿Por qué estas sensaciones? Porque la brecha que va surgiendo entre el conocimiento -y todas sus formas- y las crónicas demoras de nuestras idiosincrasias, nos alejan cada día más de esas revoluciones. Mientras el mundo plantea su porvenir en términos de conocimiento, avances científicos y nuevos horizontes tecnológicos, nuestro país se ve enredado en discusiones domésticas que raramente se vinculan a problemas de fondo. Así lo hicieron saber, durante sus exposiciones, pensadores de la talla de Francesco Di Castri, Otto Sollbrig, Juan Enríquez y otros. Con matices, todos coincidieron que no puede perderse un momento más en la definición de una estrategia focalizada en la educación y el estímulo al pensamiento. Argentina debe revertir urgentemente la tendencia a expulsar las mentes más preparadas, reviviendo estructuralmente sus prioridades. Haciendo un repaso de las principales conclusiones que dejó este foro, todas tienen un aspecto en común: la importancia de la educación como condición fundamental para el desarrollo de las sociedades en la época moderna. Podrá decirse que esto ya ha sido planteado pero nunca con tanta intensidad y realismo. Los países se diferenciarán en un corto plazo -si es que ya no lo están haciendo- entre aquellos preparados para transgredir las barreras del conocimiento, y aquellos que sólo participarán como receptores pasivos de esos hallazgos. En síntesis, las principales conclusiones indicaron lo siguiente: 1) Que el mundo ha planteado sus horizontes de desarrollo en la tecnología y el conocimiento. Hoy, no es la voluntad de la fuerza o el empeño mecánico -ni tan siquiera industrial- el que produce la riqueza, sino el conocimiento en sus más diversas facetas. Y en este sentido, los límites son los mismos que los de la mente humana. 2) Que nuestro país necesita urgentemente producir una transformación que le permita acceder a ello. Tal como está planteado, no se trata de un mero ajuste de las variables económicas, sino de una transformación en todos los niveles, especialmente el de la educación. Refiriéndose a los cambios evidenciados en los países del sudeste asiático, Di Castri señaló que no fue sólo una profunda transformación de las estructuras productivas, sino la asimilación de todo un lenguaje orientado hacia el conocimiento y la tecnología. Y esto, curiosamente, fue iniciado hace más de cuarenta años. 3) Que esta modificación sustancial de nuestras prioridades educativas y culturales implica reconocer la realidad global y no enfrentarla. Significa orientar todos los esfuerzos posibles -tanto desde lo público como de lo privado- para incorporarnos progresivamente a una mecánica de desarrollo que privilegia el saber y la creatividad del individuo. 4) Que debemos hacer un gran esfuerzo por retener a las mentes más preparadas y a aquellos que puedan liderar, desde el conocimiento, un proceso de reinserción de la Argentina en el contexto de naciones. 5) Que esto no implica, bajo circunstancia alguna, promover una aceptación de las corrientes globalizantes a cualquier costo. Debe ser una aceptación estudiada y orientada hacia aquello que genera progreso y bienestar. En otros términos, acoplarse a los valores del conocimiento a partir de un uso inteligente de las ventajas que ello presenta. Muchas son las barreras que nuestro país debe enfrentar. Posiblemente, la más difícil sea la del día a día, la de las urgencias y desesperanzas que alcanzan a los argentinos. Es difícil pensar, en las circunstancias que nos toca vivir, en proyectos de mediano y largo plazo. Mucho más cuando se habla de aspectos tan poco tangibles, como la tecnología y las políticas de innovación. Pero es allí, en ese pensamiento estratégico, donde se puede -debe- encontrar una salida al estancamiento. Este foro de pensamiento ha marcado un camino. Nos ha hecho reflexionar en profundidad sobre nuestra realidad, y la ubicación comparativa con respecto al mundo. Ahora es nuestra responsabilidad el entender este mensaje y comenzar a construir una realidad diferente. La sociedad argentina necesita organizarse. Los eventos vividos en los últimos tiempos la han puesto en una situación de desconcierto y debilidad pocas veces visto en su historia. Las instituciones no alcanzan a brindar una marco de seguridad que ordene las energías de la sociedad. Tampoco -en un país como Argentina- alcanzan las fuerzas del mercado para guiar un resurgimiento. Son las alianzas estratégicas fundamentales (esencialmente de la sociedad civil y en el ámbito privado) las que pueden abrir una brecha entre tanto desconcierto. Pero para ello, claro, es necesario conocer el horizonte, y el camino correcto. Juan Enríquez (director del Programa de Biotecnología de la Universidad de Harvard) sostuvo durante su presentación que "los países de América latina se quedarán estancados si no ingresan en la economía del conocimiento". Precisamente, este es el desafío; la imperiosa necesidad de no perder más tiempo y afrontar con decisión -y de una vez por todas- los retos que nos presenta un mundo integrado y multicultural. Como se ha dicho en reiteradas oportunidades, nuestro país tiene todo el potencial para integrarse a las naciones más avanzadas. Sólo falta que sus habitantes tengan la capacidad para transformar estas aptitudes en una cadena de progreso, desarrollo y bienestar. (*) Lic. en Relaciones Internacionales, master en Política Internacional (Universidad de Liverpool, Inglaterra)
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