Año CXXXV
 Nº 49.584
Rosario,
miércoles  28 de
agosto de 2002
Min 14º
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Editorial
Santa Fe y un cambio positivo

La provincia padece, históricamente, de un problema que ha afectado sus posibilidades de convertirse en un bloque armónico y coherente: el antiguo -aunque soterrado- enfrentamiento que distancia a su norte de su sur. El primer punto cardinal representa, sin dudas, el peso de la tradición y el poder político. El segundo, cómo negarlo, encarna la pujanza económica y la renovación cultural. Santa Fe y Rosario constituyen los dos evidentes polos de ambas tendencias, que deberían complementarse en vez de contraponerse. Pero por fortuna la realidad es más flexible de lo que se cree y se mueve en direcciones inesperadas. Así, en los últimos tiempos, como consecuencia de un caso que ha conmovido hasta sus cimientos a la capital provincial, la sociedad santafesina ha dado señales de madurez, probando su capacidad para modificar hábitos arraigados e impulsar renovaciones purificadoras.
Las revelaciones que involucran a monseñor Edgardo Storni, el arzobispo de Santa Fe, han provocado impensadas repercusiones. Sucede que las graves denuncias afectan a una figura consular en el contexto de la provincia, que representa a una institución clave y de enorme peso popular como la Iglesia Católica. En ciertos ámbitos, los hechos se vivieron de modo muy similar a un movimiento sísmico. Pero la defensa ciega y en bloque que hubiera sido dable esperar en otras épocas no fue tal: sin acusar, limitándose apenas al reclamo de una investigación objetiva, los más notorios representantes de la dirigencia política de Santa Fe dieron pruebas de que la cultura democrática ha echado en el país raíces más profundas de las que podría sospecharse. También los medios de comunicación adoptaron, con alguna excepción, posiciones sanas, en demanda de la imprescindible transparencia. Claro que detrás de esa bienvenida ecuanimidad está la acción concreta de la gente, que se movilizó en pro de sus convicciones y respaldó a aquellos en quienes confía.
Una sociedad civil sana se sustenta sobre ciertos principios básicos que no conviene vulnerar. Entre ellos, el de la igualdad ante la ley ocupa un sitio de privilegio. Así lo han entendido los santafesinos y lo han expresado con claridad. En un momento tan duro para la República, se trata de un indicio que permite mantener la esperanza. Los pueblos aprenden. Y ese es el real contenido de la desgastada palabra "progreso".


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