Año CXXXV
 Nº 49.583
Rosario,
martes  27 de
agosto de 2002
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Mató a golpes a su mujer y fue a la comisaría
Es un albañil de 27 años y denunció que la sorprendió en su casa de Baigorria con otro hombre. "Me enceguecí", dijo

"Le pegué a mi mujer hasta matarla, vengo a entregarme". Walter Ariel Rolich le hablaba al agente de la sala de guardia de la comisaría de Granadero Baigorria con un murmullo apagado. Tenía las manos cortajeadas y enrojecidas. Minutos antes había visto, cuando abría el portón de su casa, a un hombre saltando el tapial del alambrado del fondo. Le preguntó a ella quién era. Aunque la palpitaba, la respuesta fue tan brutalmente directa, dijo él, que lo hizo enceguecer de furia. Solamente se frenó cuando ya no había posibilidad de reanimarla. Entonces salió para la seccional.
Rolich tiene 27 años, es albañil y hasta ayer vivía en una casita del barrio San Miguel de Baigorria. Había vivido ocho años con Norma Beatriz Silva, de 26. Ella tenía una hija de una pareja anterior, que ahora tiene 8 años, a la que Rolich reconoció como suya y dio el apellido. Luego tuvieron otra nena que tiene 3.
Hacía algún tiempo que la relación de pareja no venía bien. El domingo Rolich salió a eso de las 20 para la casa de una tía y volvió a la suya a las 2 de la mañana. Cuando llegaba, según consta en la denuncia de la seccional 24ª, vio que un hombre salía a toda carrera de los fondos de la casa de Chacabuco 1287. Lo persiguió pero no lo alcanzó. Pegó la vuelta, abrió la puerta de la casa y la encaró a Beatriz.
Ella, dice él, estaba calzándose un short rosado y con el torso semidesnudo. Las nenas dormían en una habitación. Le preguntó qué había pasado, quién era el hombre. Ella, según Rolich, le contestó agresivamente y no le ocultó nada: le dijo que tenía una relación sentimental con esa persona y que quería que él se marchara de la casa. El albañil pegó un salto hacia ella y le cruzó un puñetazo en la cara. Luego le hizo restallar el cuerpo a trompadas y patadas. "Cuando me dí cuenta ella estaba tirada en el suelo, ensangrentada. A mí me dolían mucho las manos", le contó al sumariante.
Rolich es un hombre de contextura delgada, de 1.75 metro de estatura. Nadie se imaginaría, dijo una fuente policial, que con sus puños podría causar la muerte de una persona. Pero estaba obnubilado. Cuando pasó ese huracán de furia y celos se dio cuenta del estado de su mujer e intentó animarla. Pero ya no era posible.
A Norma la encontraron bañada en sangre, con la cara desfigurada, desvanecida en la cocina comedor de la casa. Tenía fracturas en el maxilar, en los pómulos, en el cráneo y politraumatismos de abdomen.
"Me enceguecí, le pegué una trompada y seguí. Cuando recobré la conciencia la tenía en el suelo", declaró Rolich, que anoche estaba mudo y ensimismado en un calabozo de la seccional de Baigorria. Ahora está acusado de homicidio. El agravante del delito que se le imputa es el vínculo que ligaba a la mujer que mató. El atenuante es su presunto estado de emoción violenta y el hecho de que no eludió la responsabilidad criminal confesando en el acto lo que había hecho.


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