Año CXXXV
 Nº 49.583
Rosario,
martes  27 de
agosto de 2002
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El director de "Taxi para tres" cuenta cómo hizo su filme
Orlando Lübbert: "Al volver a Chile era un marginal y tuve que empezar casi de cero"
El realizador ganó con su película, que se verá esta semana en Rosario, el último Festival de San Sebastián

Fernando Toloza / La Capital

El Primer Festival de Cine Chileno en Argentina desembarca pasado mañana en Rosario con cinco películas, entre ellas "Taxi para tres", de Orlando Lübbert, la película que el año pasado dio el batacazo en el Festival de Cine de San Sebastián al llevarse el premio mayor del encuentro. En una charla con La Capital, Lübbert confesó que hoy es uno de los directores chilenos "más atendidos", luego del regreso a su país tras un largo exilio en Alemania, iniciado en 1973.
"Taxi para tres" cuenta la historia de Ulises Morales, un taxista de Santiago de Chile al que un día un par de asaltantes abordan. Frente a la pregunta de "¿volante o maletero?", Morales decide manejar y se convierte en cómplice de los ladrones al aceptar una parte del botín, pensando que así podrá pagar el crédito de su auto, la máquina de coser de su esposa y la ortodoncia de sus hijos. El trato con los ladrones se hace cada vez más estrecho y éstos se instalan en la casa del taxista, que ya no ve con tan buenos ojos su idea primera de compartir las "ganancias". El filme fue visto en Chile por 360.000 personas, cuando la media para un éxito de taquilla del cine estadounidense es de 60 mil personas.
-¿Esperabas ganar el Festival de San Sebastián con tu película "Taxi para tres?
-Esperaba ganar un premio, porque cuando se proyectó la película la reacción del público, que fue muy espontánea, era a favor. Pero jamás pensé que nos íbamos a llevar el premio mayor.
-¿Cómo fue volver a Chile después de más de veinte años y hacer una película?
-Al volver al Chile fue muy marginal, porque nadie me conocía. El mundo de los cineastas es un mundo cerrado, muchos de ellos trabajan en el mundo de la publicidad y tienen un status bastante alto y yo llegué a la periferia, hice diversos trabajos y tuve que partir casi de cero. Lo que me sirvió fue la experiencia y la mirada que uno gana estando algunos años afuera de su país. Es muy fuerte volver a tu país y tratar de recuperar tu identidad y tus raíces perdidas. Volver a Chile me produjo un efecto embriagador, porque empezaban a saltar muchas historias para ser contadas.
-¿Trabajaste con actores no profesionales?
-Excepto la hija del taxista y los chicos de la familia, la mayoría son profesionales. Algunos no tan conocidos, el más conocido es Daniel Muñoz, que hace del asaltante más viejo. Es un hombre que ha trabajado en otras películas y también ha hecho televisión. Alejandro Trejo, el taxista, es un conocido director de teatro que también actúa.
-¿Te vas a quedar en Chile?
-Sí, es muy difícil que me muevan de allí. No me arrepiento de haber vuelto, a pesar de todas las dificultades.
-¿Ya no sos un marginal?
-Mi situación cambió radicalmente. En estos momentos debo ser uno de los realizadores más atendidos por lo menos, ya que no diría cotizados (risas). Se me reconoce, se me invita y formó parte de la gran mesa de los cineastas.
-¿Qué tiene de malo formar parte de la gran mesa de cineastas?
-Nada, el tema es buscar, dentro de la diversidad como realizadores, la unidad. Hacer cine es tan difícil, que si no nos ayudamos nos vamos debilitando. Esto más allá de las diferencias, de películas con las que siento que no tengo nada que ver.
-En la Argentina el cine exitoso suele ser el que está relacionado con la televisión, ¿en Chile pasa lo mismo?
-Hay alguna gente que piensa que la cosa pasa por hacer películas con estrellas de la telenovelas exitosas. Yo me he negado a trabajar con gente de las telenovelas por varios motivos. Uno de ellos es que la televisión deforma bastante a los actores y hace que sea difícil trabajar con ellos, es más o menos como comparar el fast food con la buena comida. Eso es complicado, lo que no quiere decir que haya excepciones y situaciones en que pueda funcionar. Tiene que ver con la película y lo que se está haciendo, pero yo prefiero trabajar con gente de teatro.
-¿Por qué?
-Porque más allá de que no tienen el hábito del cine, cuando logras llegar al punto los resultados son mucho mejores. Con actores de teatro es posible construir personajes y no destruirlos, como pasa muchas veces con artistas de telenovela, con esa cosa tan mímica, de creer que un personaje se puede armar sólo a través del gesto y la mueca.
-En España estrenaron su película con subtítulos, ¿eso quiere decir que el habla de los personajes marginales es un poco cerrada para el público no chileno?
-Es todo un tema, que me doy cuenta que no ha tenido que ver sólo con mi película, sino también con otras antes en España. Lo reconozcan o no, creo que los españoles se sienten los guardianes del lenguaje y son muy soberbios y duros. Con un poco de tolerancia y apertura, los problemas no son tan grandes. He visto películas como "La vendedora de rosas", de las que comprendí la mitad del lenguaje, y sigue siendo para mí una de las grandes películas latinoamericanas. Me ha pasado lo mismo con las películas de Berlanga y con mexicanas, como "Amores perros". Las películas no son sólo textos, son también situaciones que los espectadores pueden comprender. La solución que encontraron los distribuidores de subtitularla es válida desde el punto de vista del contexto en España, pero no creo que sea definitiva.



Lübbert con la película conquistó a sus compatriotas.
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