Pedro Martín García fue durante más de 30 años el presidente de la Liga de la Decencia, un organismo que tuvo su máximo esplendor en los años setenta y se caracterizó por haber entablado una encarnizada lucha en contra del juego, el aborto, las relaciones prematrimoniales, las bebidas alcohólicas y los métodos anticonceptivos. Su lema fue "por una sociedad más digna para nuestros hijos" y sus integrantes enarbolaron siempre la bandera de "la moral y las buenas costumbres". En la cúspide de su apogeo, las principales autoridades provinciales y de las iglesias católica, ortodoxa y metodista concurrieron a sus reuniones y gustaron de fotografiarse junto a su presidente. Hoy, el contador García dista de parecerse a aquel batallador de "las buenas costumbres". Tiene 66 años, asegura estar "retirado" de toda actividad y quema su tiempo "jugando ajedrez en el club o por computadora". De la Liga de la Decencia sólo queda el recuerdo. "Simplemente dejó de existir", admite.
La calcomanía que conserva en la puerta de su casa actúa como carta de presentación. Allí, debajo del timbre y coronando una foto del Papa, el adhesivo reza: "Este hogar es católico. Nos gusta escuchar la palabra de Dios en nuestra Iglesia, por eso no aceptamos propaganda de otras religiones".
Camina con dificultad. Dos accidentes cerebrovasculares han dejado secuelas en su cuerpo y no puede mover con facilidad su brazo y pierna derechos. Hasta hace unos años se dedicaba a esculpir sus propias piezas de ajedrez e imágenes religiosas, pero la parálisis lo obligó a dejar de lado esa actividad.
"Verifiquen y verán que muchas de las cosas que dijimos en su momento y parecieron exageradas, en realidad resultaron ser proféticas", asegura con tono desafiante.
Es que la Liga de la Decencia supo tener, en su momento, un importante peso en las decisiones de políticos y funcionarios que debieron tratar temas como aborto, procreación responsable y ley de juegos. Pero el tiempo la terminó disolviendo. "Simplemente dejó de existir", confiesa su presidente.
La mano derecha de Tato
Allá por los años setenta, García fue un estrecho colaborador de el ex director del Ente de Calificación del Instituto Nacional de Cinematografía, Miguel Tato, quien fue tristemente conocido como "el censor". "Nosotros censuramos varias películas en todo el país por tener algunas escenas que no era conveniente proyectar", recuerda. Así, por la tijera de Tato y García pasaron distintos filmes que por tener escenas de "sexo, violencia o erotismo" fueron recortados o directamente prohibidos.
"Lo nuestro fue una lucha despareja. Fuimos un pequeño núcleo peleando contra grandes colosos. Y seguimos hasta donde nos permitió el físico", admite.
En 1981, el cine ya se había convertido en su verdadero dolor de cabeza. "Preocupa su permisividad cada vez mayor", destacó por entonces en una cena para celebrar un aniversario de la creación de la Liga.
En el 83, y con el gobierno militar en retirada, alertó que "el ejercicio de la libertad de expresión va dando carta de ciudadanía al erotismo y la inmoralidad".
Por estos días, García lamenta el avance del erotismo en la sociedad, pero disfruta algunos logros de la Liga. "Hace treinta años me dijeron que iban a instalar un casino en la provincia, y hoy Santa Fe es el único lugar del país que no tiene casinos. Nosotros, modestamente, silenciosamente, hemos contribuido en algo", dice mientras esboza una sonrisa.
A la hora de opinar sobre la polémica desatada en los últimos días en torno a la figura del arzobispo de Santa Fe, monseñor Edgardo Storni, García señala que "es lamentable". No obstante, subraya que "si sucedieron los hechos de que se habla, fue hace mucho tiempo".
A renglón seguido, se queja de un supuesto trato desparejo del tema del arzobispo con relación a otros temas. "Tenemos un juez federal como (Norberto) Oyarbide que es homosexual, tuvo su escándalo y sin embargo sigue cumpliendo su trabajo. Midamos con la misma medida", señala. Después se llama a silencio. "Es preferible dejar algunas cosas archivadas. Todo tiene su tiempo", dice por lo bajo. Durante más de treinta años fue el presidente de la Liga de la Decencia, hoy sólo juega ajedrez.
D.V.