| | Editorial Muestra de torpeza
| Poco tiempo atrás, y en el marco de la grave crisis que les toca vivir a los argentinos, un grupo de concejales de la localidad bonaerense de Quilmes demostró que las constantes y demoledoras críticas que recibe la dirigencia política nativa tienen sólido fundamento. Estos ediles, integrantes del Partido Justicialista, el Frepaso y el Polo Obrero, demoraron apenas veinte minutos para dictaminar que la propuesta de dar a una calle el nombre de Jorge Luis Borges debía ser desechada. Lo insólito -y repudiable- de la resolución justifica un análisis más detenido. El gran escritor argentino, integrante de una reducida nómina de nombres que comparten el Olimpo de la literatura nacional, siempre despertó controversias a partir de sus conocidas posiciones políticas. Su notorio antiperonismo -así como ciertas actitudes ambiguas en relación con la última y siniestra dictadura militar- provocó que muchos optaran por desconocer sus valores literarios para rechazar en bloque su producción artística y su figura pública. El debate en tal sentido puede tornarse infinito (no son pocos los casos de enormes talentos literarios que defendieron a ultranza regímenes totalitarios y hasta genocidas), pero a esta altura de las circunstancias corresponde afirmar que cualquiera que niegue las virtudes borgeanas en función de sus ideas políticas comete un grave error. La reiterada frustración que sufrió Borges en relación con el premio Nobel se relaciona con este equívoco, pero lo que sorprende en el caso que se analiza es la extemporaneidad con la cual se le negó al escritor el módico homenaje que representa una calle con su nombre. Menos de media hora tardó en pronunciarse el grupo de ediles que rechazó llamar "Borges" a una cortada de trescientos metros que en la actualidad se denomina, pobremente, "325 bis". Los fundamentos no excedieron el lugar común de la barricada: "Era un gorila", se llegó a decir. La votación final reflejó que sólo seis concejales, sobre dos docenas, estuvieron de acuerdo con el cambio de nombre. Y ahora, de acuerdo con las normas vigentes, habrá que esperar un año para volver a tratar sobre tablas la propuesta. Borges, cómo dudarlo, puede ser cuestionado, pero no negado. Su genio y su visión del mundo enriquecieron el espíritu de los argentinos y se han proyectado hacia el mundo. Sólo una ostensible miopía, que linda con la más flagrante torpeza, puede ignorar su trascendente contribución a la cultura. La intolerancia debe ser erradicada si se pretende construir, tal como muchas veces se lo declama, un país nuevo.
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