Santa Fe. - La curia capitalina sigue de mal en peor. A raíz de un sorpresivo viaje a Roma de su titular monseñor Edgardo Gabriel Storni -a quien la Justicia investiga por presunta comisión de delitos de abuso de poder y violación de menores- su reemplazante, el vicario general Hugo Capello, también está siendo investigado judicialmente. En la mañana de ayer el sacerdote santafesino José Guntern declaró en los Tribunales y ratificó ante el juez Julio César Costa la denuncia policial que había hecho en la noche del jueves acusando a Capello y a otros jerarcas eclesiásticos de haberlo obligado, bajo amenazas de violencia física y moral, a firmar ante escribano público una retractación que el arzobispado difundió oficialmente y que a él no le dejaron leer.
Los vecinos del barrio en que vive el sacerdote se movilizaron solidaria y masivamente a los Tribunales temiendo que se intentara detenerlo. "Vinimos a defenderlo", dijo una ofuscada mujer antes de que se aclarara que el juez Costa sólo requirió la ratificación de la denuncia policial a Guntern para investigar, precisamente, a quienes lo habrían presionado.
Guntern se convirtió en una pieza clave de la investigación que la Justicia santafesina inició de oficio -a cargo del juez Eduardo Giovannini- para determinar si son ciertos los dichos de la escritora Olga Wornat en su libro "Nuestra Santa Madre", en los que describe que Storni abusaba de seminaristas. En declaraciones periodísticas, el sacerdote, de 82 años, corroboró la veracidad de, al menos, uno de los relatos del libro que lo tuvo como testigo. Guntern admitió por la emisora LT10 haber sido el autor de una nota enviada a Storni en la que recriminó a éste que durante unos días de vacaciones en Calamuchita intentara propasarse con un seminarista, hijo de un conocido juez cuyo apellido también suministró, dándole un "un beso sexual".
Estas declaraciones del sacerdote conmocionaron a la ciudad de Santa Fe durante las últimas 48 horas. Con sus dichos no sólo se asumía como testigo sino que habilitaba a la feligresía a pensar que los relatos recogidos por la escritora podrían tener verosimilitud frente al silencio del Arzobispado cuyas voces extraoficiales han atribuido a Wornat la autoría de infamantes inventos y calumniante imaginación en su libro.
Viaje compulsivo
En la tarde del jueves, compulsivamente Guntern fue llevado desde su domicilio (ubicado a una cuadra y media de la parroquia San Roque de la que fuera párroco durante muchos años) a la sede del Arzobispado en un auto perteneciente a la curia. Pero de eso nada se supo. Cerca de las 23 de ese mismo día el Arzobispado difundió oficialmente el texto de un acta notarial en la que Guntern se desdecía de las declaraciones que desde hora temprana difundieron los medios de prensa.
"El compareciente es persona capaz de mi conocimiento y doy fe, requiere mi intervención para realizar la declaración que en consecuencia otorga y dice: En la carta enviada al Arzobispo de la ciudad de Santa Fe, monseñor Edgardo Storni, en ningún momento se realizó referencia a algún acoso de tipo sexual de parte de éste con relación a los seminaristas, que el empleo del término desliz no se refiere a lo sexual, sino como un error en actuación durante las vacaciones en Calamuchita (Córdoba). Ese término desliz se atribuyó a un acoso sexual y nada que ver, sino que el adolescente interpretó erróneamente los gestos afectuosos de monseñor Storni (...) Asimismo, conozco que la misiva en cuestión ha originado la investigación de monseñor Arancibia la cual ha finalizado y es cosa juzgada ante la Santa Sede (...) Leo la presente y la acepta por resultar lo requerido, siendo las 22 horas, firmado ante mí", y aparece la firma del escribano Ricardo Chaminaud, es el acta que se difundió oficialmente.
Recién ahora se supo que Guntern tras haber abandonado la sede del Arzobispado, esa misma noche del jueves, se dirigió directamente a la seccional quinta de policía y denunció lo que ayer ratificó ante el juez de instrucción de la tercera nominación: haber sido convocado el jueves por la noche a la sede del Arzobispado, donde lo aguardaban el vicario general Hugo Capello, el vicario para la Educación, Mario Grassi, el escribano Chaminaud y dos seminaristas -a los que dijo desconocer- quienes lo obligaron a firmar una declaración (arriba transcripta) que no le permitieron leer.
Código de ética
Impedido de hablar con la prensa por imperio del flamante Código de Etica Judicial, el juez Costa no hizo declaraciones, tampoco las realizó el padre Guntern, quien con sus años padece algunas dolencias típicas de la edad a las que se sumaron el estrés y las presiones de las últimas horas.
Es por ello que los vecinos de la parroquia San Roque se convirtieron, aunque sin revelar su identidad, en los principales relatores de la increíble historia de represión inquisitorial en la que cayó la curia capitalina en las últimas horas. "Lo apretaron. Le pregunté al padre si habían sido violentos y me dijo: «Ay, m'hija, si vos supieras. Recen mucho por mí». Estos hombres no merecen llamarse ministros de Dios después de haber hecho esto", relató a La Capital una vecina que ayer formó parte de una espontánea y singular movilización popular.
A raíz de la denuncia policial que Guntern había formulado en la comisaría quinta, el juez Costa que está en turno le envió ayer un patrullero a su casa para que traslade al sacerdote hasta su despacho en los Tribunales a fin de indagar si había sido víctima de presiones por parte de los colaboradores de Storni.
Movilización de vecinos
Los vecinos al ver que trasladaban a su párroco en un auto policial y temiendo por la suerte que éste pudiera correr se movilizaron en toda clase de coches a los Tribunales para "protegerlo", según dijeron.
Allí ante Costa, Guntern no sólo ratificó la denuncia policial que apunta ahora a los colaboradores de Storni (también mencionados por Wornat en su libro), sino que habría ratificado su relato de los hechos de los que fuera testigo y que, luego, formaron parte de la investigación que realizó sobre Storni el Vaticano y que llevara adelante el obispo de Mendoza, monseñor Arancibia.
El sacerdote había dicho a LT10 que el hecho ocurrió en unas vacaciones de religiosos en Calamuchita, Córdoba. "Este muchacho, que estaba con todos los seminaristas, fue para adentro para bendecir un crucifijo y vino espantado por lo que había pasado con ese acoso", expresó textualmente. Luego siguió: "Fue un beso nada más, un beso acá (señalándose el cuello), un beso sexual digamos, y eso hizo que viniera espantado, desbordado de bronca por lo que había pasado".
Curiosamente, y pese a sus declaraciones, Guntern se rectificó ante escribano público esa misma noche en la sede del Arzobispado para dejar sentado que "en la carta enviada a Storni, en ningún momento se realizó referencia a algún tipo de acoso sexual por parte de éste con relación a los seminaristas". Ahora se sabe que esta retractación le fue arrancada a Guntern bajo presión y amenazas.