Los careos entre dos imputados por el robo al Banco Nación de Villa Ramallo y un oficial de Prefectura a quien acusan de haberlos apremiado para que declararan en su contra aportaron más por los gestos que por las palabras. Angélica Vilches y Jorge Aguilar, los acusados, debieron limitarse a formular con voz quebrada preguntas que el prefecto respondió con un discurso preparado para la ocasión. La medida se cerró sin que las partes llegaran a un punto de acuerdo ni se movieran de sus posturas, pero el llanto y el nerviosismo de Vilches dijo más que mil palabras. Conmocionada, la mujer no pudo terminar de hablar y poco después sufrió una descompensación que obligó a interrumpir el juicio.
La medida había sido dispuesta el jueves luego de que el oficial ayudante de Prefectura José Luis Pérez ingresara a la sala de audiencias, a declarar como testigo, y tres acusados lo señalaran como la persona que los había perseguido y torturado psicológicamente para que se hicieran cargo de las imputaciones.
Dos de ellos, Angélica Beatriz Vilches y el electricista Jorge Aguilar, habían denunciado quince días antes en el mismo juicio que "un hombre morocho, de bigotes, pelo largo y con aspecto de sucio" los había amenazado para forzar sus declaraciones.
El tercero, el albañil Raúl Oscar Mendoza, nunca mencionó la existencia de apremios. Siempre involucró a los demás imputados, al punto de que su testimonio era uno de los pilares de la investigación. Pero al ver a Pérez en el estrado reaccionó de un modo inesperado: "Me mostraba la llave de mi celda y me decía que no iba a recuperar la libertad. Tuve que declarar bajo presión porque él se abusó de mi inocencia", expresó.
Ayer a la mañana Vilches y Aguilar estuvieron frente a frente con el hombre al que acusan de haberlos sometido a incesantes tormentos durante su detención en la Prefectura de San Nicolás. El tribunal los invitó a que le formularan preguntas y censuró las expresiones que no tuvieran que ver con el "punto de contradicción" que motivó los careos.
Cualquier intento de los imputados por hacer tambalear a su oponente fue estéril. El prefecto, tranquilo y sin titubear, reiteró siempre las mismas muletillas y se dirigió en tono explicativo al tribunal. "Está faltando a la verdad", "Es imposible que yo haya hecho eso", "Yo nunca estuve en su calabozo", se excusó una y otra vez Pérez. Sólo incurrió en una mínima contradicción por la que un defensor solicitó que lo investiguen por falso testimonio.
Sin coincidencia
Primero fue el turno de Vilches. Se la vio nerviosa y compungida. Sostenía con manos temblorosas el cable del micrófono y más de una vez tuvo que tragar saliva para poder hablar.
-¿Se acuerda cuando entraba al calabozo y me decía que involucrara a toda la gente que está acá (por los imputados)? -interrogó Vilches.
-Nosotros no tenemos contacto con los detenidos. Yo no tuve contacto con la señora -respondió Pérez al Tribunal-. La conocí cuando practicamos el allanamiento a su casa, adonde fuimos con mis superiores. Nos limitados a buscar elementos para la causa.
-¿Se acuerda cuando se paraba frente al calabozo y me decía negra de m.., hija de p...? -insistió la mujer.
-Nosotros no podemos entrar al calabozo porque de eso se encarga el personal femenino. En ningún momento tuve un diálogo con usted -contestó el prefecto.
-¿Se acuerda cuando me desmayé y usted no quiso llamar un médico? \-Yo no puedo disponer eso. Yo no soy nadie. Yo era un hombre que cooperaba con la investigación.
Llegado a ese punto, Vilches no pudo continuar. Pidió una pausa -"Es que estoy muy nerviosa, no puedo hablar", explicó ya sin contener el llanto- y en instantes el juez Otmar Paulucci dio por concluido el careo.
Luego el ex soldado voluntario Jorge Aguilar intentó en vano que el hombre de barba y bigotes admitiera haber tenido contacto con él: "¿Te acordás cuando me dijiste que vos no eras un pata negra (policía de la Bonaerense), que no tenías identidad?", inquirió. "Le vuelvo a repetir, yo no tuve contacto con usted", cerró Pérez.
Agotados los careos, la audiencia continuó con el testimonio de Ester Volder, la esposa del policía Aldo Cabral. Pero la mujer no pudo terminar de declarar. Presa de la tensa situación que había vivido, Vilches se desmayó y debió ser retirada de la sala. La audiencia se interrumpió hasta que la mujer fue asistida por médicos del Sies. Había sufrido una lipotimia -informó luego el defensor Juan Luciano- por lo que fue autorizada a retirarse.