Año CXXXV
 Nº 49.577
Rosario,
miércoles  21 de
agosto de 2002
Min 4º
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Editorial
Las internas de siempre

El gobierno presentó hace ya algún tiempo las elecciones internas abiertas como un paso adelante en procura de mayor transparencia y legitimación para los candidatos, y también como un espaldarazo para la presentación de gente nueva, que se incorporaría desde afuera de las estructuras tradicionales. Pero el cambio, proclamado como una muestra concreta de la intención de renovar una forma de hacer política que cuenta con el rechazo unánime de los ciudadanos, comienza a naufragar. Así, la expectativa que se había generado en algunos sectores, se desvanece demasiado rápido.
Es que la historia, inexorablemente, amenaza con reeditar sus peores escenas. Viejas peleas con los mismos protagonistas de siempre y, quizás lo más grave de todo, con una absoluta carencia de ideas innovadoras. Los candidatos han destinado, hasta ahora, todo este tiempo para repartirse acusaciones sobre supuestos beneficios que cada uno de ellos estaría usufructuando con las internas abiertas. Recursos judiciales, planteos legislativos, sospechas. Buena parte de la clase política hace todo lo posible para distanciarse más aún -si ello es factible- de quienes deberán en algún momento elegirlos.
Tal vez les resulte más cómodo este método de hacer política, porque al bastardear la campaña evitan hablar de lo que realmente importa: qué proyecto de país quieren, cómo piensan salir de la crisis, con quiénes van a hacerlo. No existe ninguna duda, es fácil, mucho más fácil, hacer campaña así. Porque siempre será más sencillo pelear que debatir, denostar que confrontar ideas, degradar que proponer.
Por eso, lo más trascendente no es si en las internas abiertas pueden votar sólo los afiliados de un partido y los independientes o, en su defecto, si pueden votar todos aquellos que quieran hacerlo. Hay quienes pretenden hacer creer que ello será gravitante para el futuro del país; pero no es así. Esa pelea es de una clase política que lucha por aferrarse desesperadamente a espacios de poder, aunque no queden más que jirones. No perciben, no quieren o no les interesa hacerlo, que el país camina por la cornisa, donde la vida no vale nada y trabajar es un privilegio. Siguen enfrascados en las mismas peleas de siempre: cerca de sus intereses, lejos del país que quiere la gente.


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