Año CXXXV
 Nº 49.577
Rosario,
miércoles  21 de
agosto de 2002
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Ramallo, el juicio. Dictamen del legista que vio el cuerpo de Carlos Santillán
Afirman que al contador le tiraron con un fusil desde 50 centímetros
Lo indica la autopsia y la prueba balística. Eso sustenta la idea de que fue rematado por la policía

María Laura Cicerchia - Sergio N. Naymark / La Capital

Uno de los disparos que alcanzaron al contador Carlos Santillán en el desenlace del intento de robo al Banco Nación de Villa Ramallo fue efectuado con un fusil FAL a menos de 50 centímetros de su cuerpo. Así lo reveló en el juicio oral por el caso uno de los médicos legistas que practicaron las autopsias, quién con ello avaló la presunción de que la policía pudo haber rematado a alguna de las víctimas tras la masacre.
Esa posibilidad fue planteada por primera vez a lo largo del proceso por Flora Lacave de Chaves, la única rehén que sobrevivió a la balacera policial. En su testimonio ante el Tribunal Federal Oral Nº 1, Lacave relató que al ser retirada del auto Volkswagen Polo "alguien gritó «reventalo a ese hijo de puta»", pero la orden no fue cumplida porque otra persona avisó que se trataba de la mujer y no de un delincuente.
Eso es lo que podría haber ocurrido con Santillán. Al rehén, que viajaba en el asiento trasero en medio de dos asaltantes, le estalló el cráneo por el impacto de proyectiles y recibió otros dos balazos por la espalda, uno de ellos como a quemarropa, según detalló Hugo Ricardo Zunino, un médico legista de 68 años que junto a otros tres colegas practicó las autopsias del contador, del gerente Carlos Chaves y de los asaltantes Javier Hernández y Martín Saldaña.
Carlos Santillán, de 59 años, casado, con dos hijos y 37 años de carrera en el Banco Nación, recibió al menos un disparo que le causó el estallido del cráneo y la pérdida de masa encefálica. Los forenses también hallaron la marca circular de otro balazo efectuado "de arriba a abajo" y que rebotó en el cráneo del contador. Esas heridas le causaron la muerte.

Un balazo de FAL
El cuerpo de Santillán presentaba además un orificio de entrada de "8 centímetros de largo por 2 de ancho" en la región posterior del hemitórax derecho por un disparo efectuado a corta distancia. La herida fue realizada con un fusil FAL 7.62, según precisó Zunino al cotejar los resultados de la autopsia con la pericia balística. El legista fundamentó su diagnóstico en una serie de elementos: \u La bala dejó una quemadura circular en el sector de ingreso.
u El proyectil realizó un recorrido "en forma de ocho" en el cuerpo de Santillán y salió nuevamente por la espalda. Quedó alojado entre la piel y la camisa del contador, sin siquiera rasgar la tela. Zunino cree que esto se debe a que el proyectil no alcanzó velocidad ni fuerza por haber sido disparado muy cerca del cuerpo.
El contador presentaba otro disparo que ingresó por el sector izquierdo de la espalda y le perforó el corazón, presuntamente realizado con un arma 9 milímetros. Otra particularidad de la autopsia practicada a Santillán es que tenía dos hematomas en el sector derecho del pecho y seis fracturas en las costillas izquierdas, ambas lesiones como consecuencia de "un golpe con un elemento liso o un factor compresivo por acción contralateral" provocado entre 3 a 6 horas antes de su muerte. Fernando Vilchez, cartero de Oca que fue rehén en el banco, atestiguó que Santillán fue castigado a patadas en el suelo cuando entró. Pero eso fue 20 horas antes de su cruenta muerte.
El delincuente Javier Hernández presentaba un orificio de entrada debajo de la oreja izquierda que le fracturó el maxilar, le desgarró el cuello y le lesionó el cerebro. Otro balazo le fracturó una pierna. Murió de un paro cardíaco.
A Saldaña, el asaltante que sobrevivió a la masacre pero horas después apareció ahorcado en la comisaría de Villa Ramallo, le detectaron un golpe en la cabeza de 4,5 por 4,5 centímetros que le provocó una hemorragia, el cual fue efectuado -como máximo- tres horas antes de su fallecimiento. El lazo amarrado a su cuello -una cinta del cotín de un colchón- había sido atado con un nudo marinero que no corría: permitía el ajuste pero no su desajuste. El asaltante presentaba un "surco de estrangulación profundo casi completo (en el cuello) que produjo la compresión de las vías respiratorias" y marcas de perdigonadas y esquirlas recibidas en la balacera. Este último fue un rasgo común a los cuatro cuerpos: "Todos los cadáveres tenían esquirlas. Era como si hubieran llovido esquirlas", analizó Zunino.



El cabo Espíndola habló de la existencia del handy.
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