Año CXXXV
 Nº 49.576
Rosario,
martes  20 de
agosto de 2002
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Un emotivo adiós del Papa a Polonia
Frágil y encorvado, dejó en claro que su misión religiosa debe continuar hasta su muerte

El Papa Juan Pablo II se despidió emocionado ayer de su amada Polonia, sabiendo que la edad y las enfermedades probablemente le impidan volver a visitar su tierra natal. "Odio irme", fueron las palabras de despedida del Pontífice a la multitud reunida en el aeropuerto de Cracovia al final de una visita de cuatro días.
El agotado jefe de la Iglesia Católica subió lentamente las escalerillas del avión, poniendo fin a una visita que llevó al ex cardenal Karol Wojtyla de regreso a su pasado y que fortaleció sus vínculos con el país que lo vio nacer.
Sacerdotes y políticos se apresuraron a invitar al Papa, de 82 años, a regresar en su décima visita a Polonia. Pero Juan Pablo II pidió ser recordado en oraciones después de su muerte e instó a sus compatriotas a reconocer que quizá no viva mucho más. "Muchos han esperado por mi venida. Muchos han deseado encontrarse conmigo, aunque no todos pudieron hacerlo -dijo en un discurso en el aeropuerto-. Quizá la próxima vez".
"Quédate con nosotros", coreaba la multitud antes de que el avión despegara, poniendo fin a los rumores de que el Papa se retiraría durante la visita y que no regresaría más a Roma.
El Papa habló en el santuario de Kalwaria Zebrzydowska, a las afueras de Cracovia, un lugar de culto a la Virgen María a donde fue llevado cuando era un niño por su padre, en la década de 1930, para que rezara tras la muerte de su madre.
Ningún Papa se ha alejado voluntariamente de su pontificado en los últimos 700 años, y Juan Pablo II dejó en claro que morirá ocupando la silla de San Pedro. De esta manera, confirmó que no quiere ser un Pontífice jubilado.
En Polonia recibió una calurosa bienvenida de millones de sus compatriotas que lo veneran como una figura paternal que inspiró su resistencia al comunismo y los apoyó en los difíciles años de la transición a la democracia en 1989. El líder de los 1.000 millones de católicos del mundo ha aprovechado su noveno viaje a su país natal, que muchos temen sea el último por su avanzada edad y su creciente debilidad, para consolar a los pobres y desempleados de Po


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