Alejandro Fabio Lanari lleva dentro suyo el orgullo de haber sido el arquero de aquel Rosario Central campeón de la temporada 86-87. Y todavía paladea el dulce sabor que significó haberse coronado a tan sólo un punto de ventaja de su eterno rival, Newell's Old Boys. Por estos días, ejerce como médico en Buenos Aires, donde administra dos centros de medicina del deporte, traumatología y rehabilitación (uno en Palomar y otro en Capital). Y además, dicta clases en el laboratorio de investigaciones fisiológicas de la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Confiesa estar "agrandado" por el presente del fútbol canalla y cada vez se ilusiona más con un nuevo título, como la mayoría de los hinchas del plantel auriazul.
Tiene 41 años y está dedicado de lleno a una de las grandes pasiones de su vida: la medicina. La otra es el fútbol, con el que mantuvo un romance hasta 1997, cuando literalmente decidió colgar los botines.
Se recibió de médico en el 91, justo cuando se alejó de Central para partir hacia México, donde custodió el arco de la Universidad de Nuevo León. "Una vez que llegué a México aproveché para hacer la especialidad y allá me recibí de médico deportólogo", le contó telefónicamente hace unos días a La Capital, que logró colarse entre los turnos de sus pacientes para averiguar en qué andaba.
Es que los días de Lanari son bastante ajetreados y se reparten entre su actividad de docente en la UAI y sus horarios de consulta en los dos centros médicos que administra. Uno de ellos ubicado a una cuadra del obelisco.
Todavía recuerda cuando utilizaba gran parte de las concentraciones canallas para estudiar. Y precisamente ese fue su rasgo distintivo. Por esos días, era muy frecuente verlo con libros y apuntes, imagen que le terminó dando el apodo de "el doctor" con el que se lo conoció desde entonces. "Siempre usaba el poco tiempo que me quedaba libre para estudiar", recordó.
De corazón auriazul
Lanari también vivió en carne propia eso que les suele suceder a los jugadores que llegan desde otros clubes a Rosario Central. "Me volví un ferviente hincha canalla", confesó. Lo mismo les sucedió a otros símbolos que pasaron por el plantel de Arroyito, como el Puma Rodríguez y el Chacho Coudet.
"El doctor" llegó a Central en 1986. Venía de jugar en Deportivo Italiano y ese mismo año se consagró campeón con el canalla nada menos que a un punto de su eterno rival, Newell's Old Boys.
Defendió el arco auriazul durante cinco años. Fue convocado a la selección nacional y luego emigró a México. Unos años más tarde volvió al país para jugar en Racing de Avellaneda y Argentinos Juniors. Y se despidió del fútbol jugando en Boca allá por 1997.
Desde ese momento se volcó de lleno a su profesión. Instaló dos centros de medicina del deporte en Buenos Aires y comenzó a dictar clases en la UAI.
Pese a la distancia, confesó que domingo tras domingo se alegra con las victorias de Central. Y por estos días, en que el presente canalla es pura fiesta, "el doctor" no se priva de dar rienda suelta a su felicidad. "La verdad es que estoy muy contento por lo que está pasando con Central. En realidad, más que contento estoy agrandado", enfatizó.
Suele venir a Rosario "de vez en cuando" a "reunirse con amigos". Allí, en sobremesas de fútbol, da rienda suelta a sus recuerdos y trae al presente aquellas tardes en las que defendía el arco canalla.
Hoy está radicado en Buenos Aires, pero en su corazón sigue latiendo ese no sé qué que contagia Rosario. "Cuando me fui quedé hincha de Central y cosas así nunca se olvidan", confesó hace pocos días. Después, se excusó y se retiró a atender a uno de sus pacientes.