Año CXXXV
 Nº 49.574
Rosario,
domingo  18 de
agosto de 2002
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Colombia
El gobierno y la guerrilla se preparan para una larga contienda
La ofensiva de las Farc y la política de mano dura de Uribe presagian una lejana mesa de diálogo

José Luis Varela

Bogotá. - La ofensiva con que la guerrilla de las Farc recibió la llegada a la presidencia de Alvaro Uribe y las medidas tomadas en los días siguientes por el gobierno colombiano son indicaciones claras de que las dos partes, en el más alto grado de fortaleza militar de toda su historia, le apuestan a la guerra. El rompimiento el pasado 20 de febrero del proceso de paz selló a mediano plazo la suerte del país, no sólo porque llevó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) a recrudecer su ofensiva sino porque esta ola exacerbada de violencia catapultó a la presidencia tres meses después a Uribe, quien se comprometió con una política de mano dura para contenerla.
Aunque ambas partes reconocen que a la larga será necesario sentarse de nuevo en la mesa de negociaciones -inclusive el gobierno ha solicitado una mediación internacional bajo la tutela de las Naciones Unidas-, lo cierto es que se multiplican los signos de que antes de llegar allí habrá una pulseada muy fuerte.
El mismo 7 de agosto y en los minutos mismos en que Uribe asumía la presidencia, las Farc hicieron llover granadas de mortero en el centro de Bogotá, alcanzando inclusive la casa presidencial, con un saldo de 21 muertos. Y al día siguiente, a través de Internet, reiteraron su petición de despejar dos departamentos del sur del país, Putumayo y Caquetá -dos zonas cocaleras que suman 117.000 km2- como condición para iniciar cualquier proceso de paz.
El gobierno, por su parte, no tardó en decretar el estado de conmoción interior, gracias al cual pidió un impuesto extraordinario para captar unos 800 millones de dólares para fortalecer la fuerza pública. A esto se adiciona la posibilidad que tiene, desde el pasado 24 de julio, de utilizar la ayuda militar estadounidense del Plan Colombia, originalmente destinada a la lucha antidrogas, para combatir a los grupos irregulares. Eso sin contar el creciente involucramiento de EEUU, que ya realizó dos visitas de alto nivel a Colombia desde el 7 de agosto, y el nombramiento en puestos claves de militares o ex militares de mano dura. "Con el nuevo gobierno, las Farc parecen haber cruzado el Rubicón, es decir, le van a apostar a la guerra y a desdeñar por ahora cualquier posibilidad de paz", señaló a la prensa el analista independiente Alfredo Rangel.
Para Rangel en la negociación hay un qué, un dónde y un cómo se va a negociar y en todos los aspectos, se está lejos. "Las Farc aspiran a que se negocie la agenda acordada con el ex presidente Andrés Pastrana; Uribe les ofrece garantías para hacer política legal y que no los maten. Las Farc exigen el despeje de Caquetá y Putumayo, y Uribe no quiere ni hablar de despejes. Para las Farc mantener la presión armada es la garantía irrenunciable del éxito de una negociación. Pero para Uribe no se iniciarán diálogos sin un alto el fuego y un cese de hostilidades", agrega.

Poder de disuasión
Por ello concluye que "la apuesta de ambas partes será utilizar la fuerza para disuadir al otro. La disuasión es asimilable al arte de la persuasión, pero por la fuerza. El juego, entonces es hacerle al otro irresistiblemente costoso continuar la guerra y obligarlo a negociar poniendo las condiciones".
Recientemente el analista de izquierda Alfredo Molano había señalado que los signos de guerra de las dos partes que se ven por estos días, "son anuncios de que lo peor está por venir". "Comenzamos el cuatrenio con posiciones frente a la negociación muy distantes, quizás como nunca habían estado", señaló Molano.
Agrega que "pedir (la guerrilla) el despeje militar de dos departamentos es, sin el más y sin el menos, una declaración de guerra sin cuartel. Poner (el gobierno) como condición del diálogo el cese de hostilidades es cerrar la puerta y tirar la llave".
Molano señala que las dos partes están conscientes de que tarde o temprano habrá que llegar a un diálogo. "No obstante la pelea que se nos viene encima no es exactamente por dejar al oponente muerto en el campo de batalla sino una guerra sucia por llevarlo en condiciones ventajosas a la mesa de negociación".
El jueves, durante un discurso ante las fuerzas armadas, el presidente Uribe le exigió a la tropa mayores resultados en el combate contra los grupos rebeldes, una señal más -como si faltaran- de lo que espera a Colombia.
En todo ese panorama asoman como magros consuelos la posibilidad de los buenos oficios de la ONU, ya ofrecidos y sobre los cuales las Farc no se han pronunciado, y la decisión del gobierno de actuar de acuerdo con un estricto respeto de los derechos humanos, distanciándose de la guerra sucia que vivió el país en años no tan lejanos. (AFP)



Uribe exigió a las fuerzas armadas mayores resultados.
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