Carlos Reutemann pidió una copia del capítulo 9 del libro en boga (que todavía no estaba a la venta) y mientras se disponía a leerlo, movió la cabeza: "¡Como no tenemos problemas!", exclamó. De hecho, mientras pueda será otro de los políticos santafesinos que habrá de evitar pronunciarse por el affaire que hoy mantiene a la capital de la provincia situada sobre una conmoción inédita.
Desde siempre la influencia de la Iglesia local fue un dato implícito al poder. Su incidencia en el quehacer público es tan legendaria y asumida que se diría una verdad revelada que ningún santafesino se ha planteado nunca cuestionar. De allí la trascendencia de cuanto ocurre en estos días en la ciudad de Santa Fe, más allá de las especulaciones marketineras para vender el libro en cuestión, las internas propias y ajenas de la Iglesia, de las investigaciones judiciales o extrajudiciales y el fin al que pudiesen llegar, de las acusaciones personalizadas que deberán probarse y las cuentas que deberán rendir acusados y acusadores conforme la razón que los termine asistiendo, está en ciernes una profunda exposición de un actor institucional privilegiado del poder urbano y provincial.
Errores y certezas
Se equivocan quienes afirman que las imputaciones al pastor son trasladables a toda la Iglesia. No obstante, es cierto, si es que a ello apuntan, que un sistema de conducción institucional, sin perjuicio de quien circunstancialmente lo encarne, en lo que hace a la interrelación con demás actores de la vida pública, se estaría poniendo en tela de juicio. Ello es así porque las explicaciones individuales de los sindicados como autores de conductas tipificadas como delictivas, al margen del rango o jerarquía, las deberán dar ellos mismos, en los ámbitos que consideren propicios para hacerlo y en el tiempo que estimen pertinente.
Aunque quizá convendría advertir que los fieles comunes que asisten azorados a las supuestas revelaciones de horribles conductas de sus líderes en la fe necesiten anímicamente un esclarecimiento más temprano que tarde para poder sustraerse a la muy humana sensación de pasar del descreimiento a la duda. Y no hay nutriente más efectivo de la duda que el silencio. Jesús debió haberlo comprendido claramente porque jamás dejó de responderles a quienes lo confrontaron aun cuando supiera de la insidia de los cuestionamientos y la perfidia con que actuaban su detractores. Ni siquiera en su juicio final permaneció del todo callado: "Tú lo dices", respondió al juez que lo inculpaba del delito de declararse el Hijo de Dios.
Pero esto que hoy acontece con un obispo en Santa Fe será para sí el más grave incidente de su vida (máxime si todo fuera producto de una vil patraña) pero es para la historia apenas un incidente que, muy probablemente, se pierda en el devenir de los tiempos. Sólo habrán de perdurar las transformaciones que pudiese generar en las estructuras que el hecho ha conmovido, si es que éstas se modifican en su accionar. Por aquello de que "al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", los modos de relación entre la Iglesia y el poder político en la Argentina han venido siendo motivo de una fluctuante atención social desde el retorno a la democracia.
Posiblemente les haya llegado ese momento a las reciprocidades existentes entre la dirigencia política y eclesiástica de Santa Fe. Esta hipótesis se sustentaría en la inédita y no menos sorprendente decisión del Senado provincial de solicitar una investigación judicial sobre la conducción de la Iglesia capitalina o de la Justicia de anticiparse de oficio en el trámite. Al menos para dos de los tres poderes públicos del Estado han existido motivos para reaccionar que, es de suponerse, sobrepasan la mera presión de las publicaciones circunstanciales. Y quizá por ello mismo la mayoría de los políticos prefiere aguardar en silencio.
La cautela como norma
Cuestionada la política y sus exponentes, nadie parece querer "comprarse otro problema", como suele afirmarse en la jerga cotidiana. Y las últimas declaraciones del gobernador Reutemann dan para pensar precisamente en problemas. Quienes rápidamente se han ilusionado con que el Lole se ha vuelto a asomar a una precandidatura presidencial a partir de su mención de que no vería a mal la instauración del doble voto simultáneo (o lemas) como sistema electoral nacional, podrían sufrir al menos al corto plazo una nueva decepción.
Resultan del todo comprensibles las especulaciones que de inmediato se generaron en torno a sus dichos. Difícilmente el gobernador hubiese desconocido cuánto repercutiría su guiño a un cambio de sistema en momentos en que precisamente su muletto, José Manuel de la Sota, se ha visto obligado a admitir que corre desde muy atrás. Pero Reutemann no ha variado la entidad su negativa más allá de pronunciarse a favor de la ley de lemas. En todo caso, por ahora, es una señal segura para quienes propician la derogación de esa norma en la provincia.
Aun así, Reutemann volvió a generar -como es su costumbre- que la atención nacional se posara sobre sí aunque más no sea desde la fugacidad de una expectativa que no tiene todavía ningún sustento. De ningún modo podría el Lole admitir a la brevedad que habría de variar su postura en lo que hace a la postulación sabedor, como es, de que el cambio de sistema electoral requerirá, suponiendo que se reúnan las voluntades suficientes, de un trámite de ningún modo pacífico y de plazos imposibles de predecir pero que difícilmente resulten cortos.
Pero sobre todo, el sentido común indica que más que esperar Reutemann a que el sistema de lemas se convierta en ley debería asegurarse de evitar la confrontación sanguinaria. Y eso es lo verdaderamente grave de lo que ha dicho.
Mensajes ambiguos
Reutemann desconfía de las señales que le envía Carlos Menem. El riojano declara que le encantaría llevarlo de segundo pero a poco andar descalifica el cargo de vicepresidente. Le hace oídas de que le enviaría emisarios para pactar un retiro suyo a cambio de que el Lole se suba y en sus discursos enfatiza que ni desde abajo del agua lograrán que desista de competir por regresar a la presidencia. Y, de hecho, no habrían llegado emisarios hasta el Lole, lo que parece aliviar a los reutemistas. "No le gusta que le digan que se bajó por Menem, menos va a querer subirse para que le digan que lo hizo porque el ex presidente le hizo el favor de bajarse, lo que equivaldría a decir que es su candidato y si así no lo interpretara la gente con seguridad que sí lo haría Duhalde, que -como también empuja por subirlo a la carrera, pero desde su box- rápidamente pondría a los suyos en pie de guerra. Ergo, otra vez quedaría preso de la interna suprema de la que ha querido huir", dicen con una lógica que no parece admitir contrapuntos.
Y en su referencia a la interna que el gobernador dio al salir de la curación posoperatoria a su pie esta semana señaló un dato más que preocupante. En primer término porque su expresión de "interna muy sucia" en directa alusión a la lucha en la que persisten el presidente y su antecesor parece incluir sin más (o al menos no se preocupó por evitar la asociación) a los muertos con que se está regando la provincia de Buenos Aires. En segundo lugar porque una hipótesis inmediata alude a la analogía de lo que hubiera podido pasar en la provincia de Santa Fe si Reutemann estuviera en carrera y preso de la furibunda interna que sacude a su partido y al país todo. La idea de reforzar la custodia urbana con efectivos de Gendarmería y de Prefectura sólo puede responder a dos posibilidades o a que el delito en la provincia ha crecido a un límite fronterizo con el descontrol o por una prevención tanto institucional como política.
En cuanto a que con ley de Lemas desaparecería la interna entre menemistas y duhaldistas suena cuanto menos a voluntarismo, pero más a ingenuidad.
No cesa el dolor del pie del gobernador por lo que hasta ahora no se sabe si podrá regresar a su despacho en el transcurso de la semana que hoy se inicia, tal como se dijo que sería su intención. Sí ha admitido, precisamente, en las aludidas declaraciones suyas, que sabe que lo esperan "problemas", tal el reemplazo de su ministro de Salud, Carlos Parola, y con ello dar respuesta al colapso que vive el sistema público asistencial, sólo para comenzar. No obstante, tal como lo evidencia la agenda de la actualidad, podría disponer de varios días con la atención de la ciudadanía alejada de la Casa Gris, aunque peligrosamente cerca.