Aníbal Fucaraccio / La Capital
La alegría del final disimuló la mediocridad de un clásico tan devaluado como la moneda nacional. El certero y agónico penal de Nicolás Torno en el cuarto minuto de descuento pateó un tablero que se presentaba frío, estático y que parecía tener todos sus movimientos ya definidos. Esos tres puntos cambiaron la historia de un discretísimo partido y transformaron las caras largas del comienzo en los festejos y la locura generalizada que se multiplicó después del pitazo del árbitro Pilara. Plaza necesitaba ganar en su casa luego de una dura derrota frente a Olivos. Y el encuentro no se le podía haber presentado mejor. En su primer movimiento ofensivo marcó un try. A los 3', Berlande bajó con solidez un line por derecha y Móziman logró apoyar en el ingoal luego de un efectivo maul. En un contexto de excesivo vértigo pero de poca claridad conceptual, el CASI reaccionó y fue adueñándose del trámite y de la pelota. Los delanteros visitantes estaban atentos en las recepciones aéreas, llegaban más rápido a los reagrupamientos y pusieron el juego en campo de Plaza. Y si no fuera por el incomprensible apuro de su medioscrum a la hora de la toma de las decisiones, los sanisidrenses hubieran sacado mayor rédito de las acciones que generaron cerca del ingoal local. Con dos penales de José Raiteri, los dirigidos por Beccar Varela y Allen se acercaron en el marcador. Pero recién sobre el cierre del primer parcial pudieron señalar, a través de una intercepción de Santiago Sanz, un try que puso al CASI al frente por 13 a 7. El complemento continuó evidenciando los síntomas de los primeros cuarenta minutos. Imprecisiones por los dos lados, fallas elementales en las destrezas básicas y encima el árbitro cortaba permanentemente el juego. Plaza navegaba en una peligrosa intrascendencia. Le costaba muchísimo obtener la pelota y la perdía rápidamente en el contacto. Por momentos su fisonomía se desdibujaba y se mostraba como un conjunto sin ideas, sin fuerzas. Pero por suerte para los locales, todo ese bagaje de recursos emocionales surgió en el mejor de los momentos. Después del try de Ferioli, los rosarinos encontraron un cambio de actitud. Liderados por la inteligencia de Gerosa y la velocidad de Weitemeier y Castagna, asumieron en serio un rol protagónico y fueron a buscar la heroica. Así llegaron las anotaciones de Simón Macat y Weitemeier que con sus tries pusieron a su equipo a solo dos puntos. Y en el angustiante descuento apareció el penal soñado. Distancia justa, posición factible y pateador confiable. Esa fórmula le dio un triunfo apretado, muy sufrido pero tremendamente disfrutable para la gente del pasaje Gould que todavía se permite seguir soñando.
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