Año CXXXV
 Nº 49.573
Rosario,
sábado  17 de
agosto de 2002
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cartas
Juro que no soy rosista

He oido que un grupo de personas quiere nombrar Justo José de Urquiza al puente que nos une a Victoria. Es una muy buena idea en tiempos de traidores y vendepatrias usar el nombre de tan ilustre cipayo. Durante la dictadura de Rosas la guerra con Brasil era inminente y la relación de fuerzas favorable a nuestro país. Brasil quería evitar la guerra a toda costa y lo logra apelando a la genial seducción de Paulino S. De Souza sobre Urquiza (poseedor de la mejor caballería de Sudamérica) explotando el celo de éste con Rosas. ¿Qué entregó Urquiza a cambio de darse el gusto de derrocar a Rosas?: la histórica posibilidad de derrotar a nuestro secular enemigo, la libre navegación de nuestros ríos por los brasileños, y 100.000 kilómetros cuadrados de territorio que teníamos en litigio con Brasil, es decir, la mitad occidental del estado de Rio Grande do Sul, llamado Misiones Orientales. "El evangelio según San Mitre" nos ha hecho creer que la batalla de Caseros fue el triunfo de la civilización (Urquiza) sobre la barbarie (Rosas), cuando en realidad fue el triunfo del imperio del Brasil sobre la Confederación Argentina, basado solamente en la sagacidad del ministro Paulino, en el dinero del barón de Mauá y en la miopía de Urquiza. ¿Sabía el lector que en Río de Janeiro hay una calle llamada Batalla de Caseros y que el desfile de la victoria luego de esa batalla se produjo el 20 de febrero, aniversario de nuestra victoria de Ituzaingó contra Brasil? Colocarle el nombre de Urquiza a nuestro puente, por el solo hecho de que éste favoreció de algún modo a Rosario, es tener la misma visión mediocre y aldeana que tuvo el entrerriano al pactar con los brasileños y es cumplir también con la viciosa tradición argentina de ponerle a lugares públicos el nombre de personajes que hicieron mella en nuestra soberanía, tal es el caso de calles llamadas Rivadavia, Barón de Mauá o Canning.
Gustavo Calace


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