Año CXXXV
 Nº 49.573
Rosario,
sábado  17 de
agosto de 2002
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Editorial
Colombia en busca de salida

La difícil situación que desde hace tiempo padece la Argentina, y en menor medida Uruguay y Brasil, parece mucho menos grave si la mirada del analista se dirige hacia el extremo norte de Sudamérica. Allí Colombia se debate en una cruenta lucha intestina que está demasiado lejos de llegar a un fin. La activa presencia de una fuerza terrorista que sustenta su enorme poderío en el narcotráfico y que carece de fronteras morales a la hora de entrar en acción -las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (Farc)- ha puesto al país en una situación casi insostenible. La ruptura del diálogo entre el gobierno y los insurgentes, quienes incluso se han negado a aceptar la oportuna mediación de las Naciones Unidas, fue el disparador de un espiral de violencia cuyo clímax se vivió durante la asunción del flamante presidente de la república, Alvaro Uribe. En Bogotá, ese miércoles 7 de agosto estalló un infierno: murieron veintiún personas. Pero si los planes se cumplían de acuerdo con las previsiones, las inocentes víctimas fatales pudieron haber sido cientos.
Lamentablemente,los niveles de intransigencia de quienes amenazan al Estado han provocado un incremento de la violencia de los paramilitares. En esa siniestra tenaza ha quedado presa la nación toda. Así, la democracia se debate entre el respeto por su esencia y la apelación a recursos extraordinarios -fuertemente cuestionables- para defender su existencia. La designación de una nueva cúpula militar ostensiblemente vinculada con la línea dura fue el paso más claro que en tal dirección dio Uribe. Los actuales conductores de las fuerzas armadas son generales formados en los Estados Unidos y que creen en la lógica del fuego contra fuego. Claro que en la otra vereda están ubicados quienes creen que se puede acceder a un sistema económico y social más justo mediante el sistemático ejercicio de prácticas aberrantes, como el secuestro y el asesinato.
No son nuevas en el mundo las experiencias de esta índole si bien el caso colombiano reviste características particulares, dado el nivel de inserción popular de los terroristas, su elevado poder de fuego y el control militar que ejercen sobre distintas zonas del país. El éxito en la lucha contra un enemigo implacable debe proyectarse sobre el respeto irrestricto por los derechos humanos. Conviene recordar que tal receta no significa pecar de ingenuidad o blandura sino que, por el contrario, significa poseer un coraje a toda prueba.


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