Año CXXXV
 Nº 49.573
Rosario,
sábado  17 de
agosto de 2002
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Análisis: No hay secretario que dure seis meses

Susana Merlo

El campo, que siempre fue un pilar fundamental de la vida y la economía argentina, durante la última década de los 90 presentó una extraordinaria seguidilla de récords, por el lado de la producción, de los rindes, del área de cultivo, etc, que consolidaron su rol en el país.
Así, lechete, trigo, maíz o soja, entre otros, alcanzaron volúmenes inéditos de crecimiento. Junto a esto, otros logros, como el inicio de las exportaciones avícolas, los incrementos alcanzados en productos orgánicos y su colocación externa, la renovación paulatina del parque de maquinaria agrícola, los avances en agricultura racional (labranza cero) o las mejoras en varios aspectos importantes de la sanidad, tanto animal como vegetal, determinaban un panorama que, aún con muchos problemas por resolver, apuntaba a una consolidación estructural del sector.
La tendencia, sin embargo, comenzó a revertirse a fines de los 90 y, a partir de allí, lenta pero geométricamente, siguió el cuesta abajo hasta este año cuando, incluso, más de un productor volvió a desempolvar los viejos arados de reja y vertedera. Retenciones, controles, falta de insumos inestabilidad de precios, inflación, caída del consumo interno, fueron sólo algunos de los elementos que provocaron y lamentablemente provocarán la desaparición de muchos establecimientos agropecuarios.
La situación, sin embargo, no debiera sorprender "tanto". Basta tomar como ejemplo lo que, desde fines del 98, viene ocurriendo Desde hace 40 meses, ostenta el extraño récord de cambiar sus funcionarios, en promedio, cada seis meses. Buenos, malos, peores, bien o malintencionados, sobrevivientes o ñoquis, se fueron alternando sin solución de continuidad en el área.
En medio, hasta el personal estable, los funcionarios de carrera, fueron diezmados sistemáticamente, acosados por los embates de los "amigos" y contratados. Una previsible, pero penosa situación que ahora comienza otro capítulo más con la asunción del nuevo equipo.
Y naturalmente surge la pregunta: ¿no habrá llegado la hora de que el propio sector comience a exigir otro tratamiento para "su" Secretaría de Agricultura? ¿No será que si se comienza a tratar y a defender a Agricultura como a la propia empresa, y a aplicar los mismos criterios de racionalización y auditoría de gastos, o de selección de personal, muchos de los problemas adicionales que hoy enfrenta el campo se habrán eliminado?


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