En rigor de verdad, ya nada sorprende en el país de hoy. Pero no por ello se pueden dejar de señalar hechos e imágenes curiosas, patéticas que por estos tiempos brotan como hongos en las fértiles tierras argentinas. Que los sindicalistas están despretigiados no es novedad, que la otrora poderosa CGT (¿se acuerda del movimiento obrero organizado?) ya no representa a nadie es también una obviedad, pero que ahora quieran reconvertir las sedes gremiales en virtuales centros culturales ya es verdaderamente un dato nuevo de la realidad. "Aprenda a bailar tango", reza el cartel que se exhibe en la puerta de la despoblada sede de la CGT Rosario (ubicada en Córdoba al 2000). A falta de multitudinarias y agitadas asambleas obreras el histórico edificio es utilizado para bailar el dos por cuatro. Al menos, hay que reconocer que no es una mala estrategia para tener algo más de convocatoria.
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