| | Internas con pros y contras
| Néstor Pedro Sagües (*)
La reciente convocatoria para elecciones primarias abiertas, con posibilidad (voluntaria) de los ciudadanos de intervenir en los comicios internos de los partidos para seleccionar los candidatos que se presentarán en las generales, abre un importante debate. Liminarmente cabe aclarar que el sistema de elecciones primarias abiertas, aparentemente inventado en EEUU, no rige en todos los Estados de ese país. En algunos persisten las primarias cerradas (solamente votan los afiliados del partido). En otros, las abiertas (dentro del partido puede votar cualquier ciudadano). Un tercer grupo es intermedio: todo inscripto en los padrones puede votar en el seno de un partido, aunque no sea afiliado, pero siempre, por ejemplo, que jure haber votado por ese partido en la última elección general o que lo hará en la próxima. Desde luego, habitualmente se autoriza a que un ciudadano vote solamente en un partido. En Argentina las elecciones primarias abiertas fueron propuestas por algunos constitucionalistas, pero no por la mayoría. Se piensa que ellas permiten una "inyección de pueblo" en el sistema de los partidos a fin de disminuir la importancia de las cúpulas dirigentes en la designación de candidatos. A la inversa, se las critica porque prolongan las campañas electorales, en tiempo y dinero, y porque en las primarias totalmente abiertas, como las que se harán en Argentina, los simpatizantes de un partido pueden influir en la selección de candidatos de otro yendo a votar en las primarias abiertas de este último. Se trataría de una especie de contrabando electoral que distorsionaría la vida interna del partido invadido. En EEUU la idea de las primarias abiertas responde, según Dieter Nohlen, a la concepción tradicional de ese país en el sentido de que los partidos son "de todo el pueblo" y no sólo de los afiliados. Se trata de una concepción que generalmente no rige en la mentalidad política argentina. En resumen, la experiencia nacional será sin dudas muy útil para evaluar el éxito o fracaso del sistema de elecciones primarias abiertas, que vienen como optativas, no obligatorias para el ciudadano. A mi entender, un sistema intermedio habría sido más aconsejable: esto es, requerir al ciudadano que va a sufragar en la interna de un partido al que no está afiliado que declare, al menos, que es simpatizante de él o que tiene la intención de voto para apoyarlo en los comicios generales. Al mismo tiempo, cabe subrayar que debe prohibirse al afiliado a un partido votar en otro. Si una norma autoriza esa posibilidad, difícilmente podría superar el "test constitucional de razonabilidad" que debe pasar todo precepto jurídico. No resulta sensato que el miembro de una agrupación política esté legitimado para elegir al candidato de su adversaria. Esto se presenta tanto inequitativo como arbitrario. Por último, hay quienes objetan la base constitucional misma del régimen de primarias abiertas: sería lógicamente un derecho de cada partido diseñar su propio dispositivo de selección y establecer, por ejemplo, que únicamente sus afiliados intervengan. En EEUU se rechazaron tales objeciones, fundamentalmente porque subyace la idea ya apuntada de los partidos como «de todo el pueblo». Pero en Argentina las pautas de cultura política son en este punto diferentes. El debate está entonces planteado: dos Constituciones relativamente parecidas podrían tal vez dar lugar a conclusiones interpretativas distintas. (*) Camarista y constitucionalista.
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