| | Editorial No sólo hace falta dinero
| Desde esta columna se ha insistido en reiteradas oportunidades en que para encontrar una salida a la crisis no sólo se necesitan, por parte de las dirigencias, paciencia, honestidad y coraje sino, fundamentalmente, talento. Es que sólo a partir de enfoques originales será posible encontrar en este contexto tan difícil el camino que conduzca a la anhelada reactivación. En muchos casos, sin embargo, pareciera que la única posibilidad de recuperación depende de la concesión de préstamos en dólares. Sin dudas que la reinserción del país en la comunidad financiera internacional forma parte de las necesidades más acuciantes de la actual situación, pero no es la única. Si se realiza un somero análisis de los métodos implementados en los últimos años por países que sufrían severas crisis económicas se descubrirá que los éxitos conseguidos llegaron como consecuencia de una profunda reformulación de valores, que en algunos casos llegó a inminscuirse en la esfera de lo cultural. España e Irlanda son dos de ellos, y allí se produjo una notoria revalorización de la producción nacional como punto de partida hacia las bienhechoras exportaciones. Si se mira más lejos, hacia los Estados Unidos destruidos por el crack de 1929, se descubrirá que no fue la inercia la receta aplicada sino la enérgica intervención del Estado a fin de reencauzar la economía. Pero ciertos sectores parecen no comprender que el motor fundamental de la recuperación pasa por barajar y dar de nuevo, y se limitan a rogar comprensión -y antes que nada, el urgente envío de remesas- a quienes ya han demostrado de modo harto suficiente que no extenderán su mano hasta que muchas cosas hayan cambiado en este país. Recursos materiales, en la Argentina, abundan. Y tampoco falta dinero. Al efecto, basta recordar que los inversores del país tienen depositada en el exterior una suma que alcanzaría para pagar la deuda externa de la República. Atraerlos es clave. Por ello debe ser elogiada toda medida que ayude a la recuperación de circulante, como la posibilidad que de nuevo se les dará a los ahorristas poseedores de bonos del Estado de adquirir automóviles o maquinaria agrícola. Claro que ese es sólo un grano de arena en el océano. Se requieren soluciones de fondo. Tomar riesgos será inevitable, pero acaso sólo cuando la gente perciba que existe un proyecto para sacar a la Argentina del pantano -sustentado, ciertamente, en la transparencia- se decidirá por dar su apoyo. Y a partir de ese crucial consenso, el futuro tendrá otra cara.
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