Brasil y Argentina han sido tratadas de forma muy diferente por el Fondo Monetario Internacional: mientras uno recibe miles de millones de dólares, el otro sigue abandonado a su suerte.
La drástica diferencia deja claro cómo el FMI ha cambiado sus métodos después de las críticas que le llovieron por la forma en que manejó la crisis financiera en Asia de 1997 a 1999, cuando asumió una actitud más blanda frente a los países en crisis.
Ante la más reciente emergencia financiera internacional, el FMI ha vuelto a recompensar a los países que a su juicio adoptan políticas correctas, mientras que a los que no cumplen sus normas los trata como parias internacionales.
"Eso muestra que el apoyo será para gobiernos que están adoptando las políticas que el FMI considera apropiadas. Los países que no siguen las políticas adecuadas (...) tendrán más problemas", dijo Carl Ross, jefe de investigaciones de mercados emergentes en Bear Stearns de Nueva York.
"Durante muchos años los brasileños han mantenido sus políticas", señaló Ross. "De forma retorcida, dejar que Argentina se caiga por el acantilado hace más fácil apoyar a Brasil porque nadie puede acusar al FMI de rescatar a cada país que se presenta".
En medio de esto, dos paquetes de rescate en una semana para Brasil y Uruguay, sugieren que el organismo prestamista ha retornado a los métodos que usó en la crisis asiática. Durante esa crisis, países como Tailandia, Indonesia, Corea del Sur y otros se precipitaron en masa y recibieron enormes préstamos para estabilizarse.
Pero la diferencia clave entre hace cinco años y ahora es que los inversores se han vuelto más sofisticados. Hoy las calamidades en una economía emergente ya no significan que otros países caerán en desgracia. Y a menos que sea probable un contagio, el nuevo FMI aguantará el dinero.
"Donde no hay riesgo de contagio, es mucho más probable que ahora el FMI sea más duro contigo que cuando hay riesgo de contagio", indicó Robert Litan, director de estudios económicos en el Instituto Brookings. "Esa es la política implícita".
Mayores paquetes de rescate
Hace dos años, Horst Koehler llegó al puesto de director gerente del FMI y se dispuso a concentrarse en la prevención de crisis, una política que esperaba condujera a menos paquetes de rescate.
Pero de hecho, bajo la dirección de Koehler, el FMI ha aumentado el tamaño de sus paquetes de rescate. Primero le dio 22.000 millones de dólares a Argentina, luego respaldó a Turquía con 30.000 y la última semana los préstamos a Brasil aumentaron a 45.000 millones. Esos tres compromisos se consideran entre los tres más grandes hechos por el organismo prestamista en su historia.
A diferencia de la crisis asiática, cuando la esencia era la debilidad de los regímenes cambiarios, los problemas en Argentina, Brasil y Turquía emanan de temores de Wall Street de que esos países no puedan cumplir con el pago de deuda.
En el caso de Argentina, el FMI concedió un préstamo en respuesta a una crisis bancaria que provocó un sinfín de promesas del gobierno argentino de que cambiaría sus políticas en el sector. Pero cuando esas promesas nunca se materializaron, el FMI dejó al país a su suerte, dejando que el gobierno cayera en medio de violentos disturbios callejeros, desatando la cesación de pagos de la deuda de 130.000 millones y la drástica devaluación del peso.
Durante ocho tortuosos meses el FMI ha mantenido la posibilidad de que los préstamos podrían reiniciarse. Pero al no recibir una respuesta de Buenos Aires, el Fondo ha dejado por ahora que la nación siga su camino sola.
En Turquía, el FMI ha apoyado una frágil coalición gubernamental, pero sólo aumentó los préstamos después que vio sólidos resultados económicos. En los inicios del programa de préstamos, Ankara se vio sola brevemente, cuando el proceso político estancó las reformas. Pero una vez que se resolvieron esos problemas, se reactivó el apoyo del FMI.
Brasil ha sido el ejemplo del FMI, venciendo las metas impuestas por el organismo y flotando su moneda. Eso significó que las conversaciones en septiembre para un préstamo "preventivo" no tuvieron escollos. Cuando los mercados brasileños cayeron recientemente en medio de temores de que las elecciones en octubre podrían llevar al poder a un gobierno que declarara el cese de pagos de la deuda de 250.000 millones, el FMI fue rápido en ofrecer ayuda, aumentando los préstamos con la enorme cifra de 30.000 millones.
Como en el caso de Argentina y Turquía, el enorme préstamo para Brasil llega con metas trimestrales, lo cual significa que el FMI sólo ofrecerá apoyo durante 12 semanas cada vez. Si el próximo gobierno en enero consume el presupuesto, el socio mayor del Mercosur podría encontrarse en la misma posición que Argentina.
¿Democracia dónde?
Durante la crisis financiera asiática, el FMI fue acusado de imponer demasiadas condiciones a sus préstamos y no permitir suficiente participación local en sus política económicas. En estos días hay mucho menos condiciones y los gobiernos pueden formular sus propias políticas.
Pero cualquier desliz en sus desempeños económicos corre el riesgo de ser rápidamente castigado, como sucedió por poco tiempo con Turquía y de forma brutal con Argentina.
Ahora el FMI debe ser convencido de que, sin paquetes de rescate, los problemas que afectan a un país pueden extenderse a otros. Hace cinco años, las primas de riesgo en el mercado emergente se dispararon globalmente, un patrón que no se repitió este año.
Cara y ceca
Por eso, cuando la crisis en Argentina estalló el pasado diciembre, el FMI no se apresuró a ofrecer más dinero porque vio que el contagio era improbable. En contraste, los problemas de Brasil podrían tener ramificaciones mucho mayores, dada su enorme influencia en América Latina.
Además los problemas de Brasil llegan en medio de una lánguida recuperación económica en Estados Unidos y Europa, sacudiendo los mercados en todos el mundo, pues escándalos corporativos hacen a los inversores nerviosos ante un problema.
Con ese panorama, una crisis económica brasileña podría haber arrastrado a la región y ensombrecido las inciertas perspectivas económicas globales.
El aspecto más sorprendente del paquete de rescate para Brasil es que el Tesoro estadounidense, el accionista más influyente del FMI, ha insistido en que no dará dinero a países donde el problema fuera de política interna.
Pero justamente los problemas de Brasil en gran medida tienen que ver con el hecho de que los dos principales candidatos para las elecciones presidenciales de octubre son izquierdistas -no favoritos de los inversores- y han mostrado su arsenal de retórica contra el FMI.
Eso condujo a los críticos del FMI a acusar al Fondo de bregar en aguas sucias para influenciar de hecho el proceso democrático ofreciendo miles de millones de dólares a gobiernos aún no electos que no han formulado completamente sus políticas.
"Este es un programa que no puede ser acertado, porque uno no puede poner dinero para cambiar la política", opinó Allan Meltzer, de la universidad Carnegie Mellon en Pittsburg.
"Ese es un problema político en Brasil. No tiene que ver con el FMI, no es el jurisdicción del FMI o del Tesoro estadounidense. No es de nosotros intentar y decidir quién debería ser el presidente de Brasil (o qué políticas ese funcionario electo debería adoptar)", agregó.