¿La inviabilidad del porvenir en la Argentina llevará a Carlos Reutemann a abandonar -al menos por un tiempo- la actividad política o, por el contrario, lo incentivará a trasponer los umbrales de su propia voluntad declarada? Entre ambos extremos parece fluctuar hoy la suerte del oficialismo santafesino que, se diría, se mezcla con la de la provincia por la falta de alternativas desde otras latitudes políticas.
La renuncia del senador Horacio Usandizaga al escaño que ocupaba en el Consejo de la Magistratura de la Nación ha subsumido a quienes militan en el sector mayoritario de la UCR santafesina en una perplejidad que bien se podría parangonar con la que mantiene al reutemismo en un estado de franca convulsión desde la negativa de su jefe a postularse como precandidato presidencial.
"Desde 1980 el Banco Mundial y el FMI han impuesto una agenda de libre mercado en cuatro partes: comercio libre, leyes laborales «flexibles», privatización y reducción del presupuesto estatal y de las regulaciones. A diferencia de Argentina, en Venezuela el presidente Chávez ha rechazado todo de plano, comenzando por la falsa agenda de comercio «libre» bajo los términos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (Alca), que EEUU quiere expandir a Sudamérica bajo la égida del Area de Libre Comercio de las Américas. El comercio bajo esos términos es cualquier cosa menos libre para los pueblos del Hemisferio Sur", denuncia en un artículo el periodista de la BBC Greg Palast.
Dice también que "las reglas del Banco Mundial y de la OMC han forzado a naciones como Argentina a vender sus bancos y compañías de seguros propiedad del Estado o nacionales a gigantes financieros extranjeros como Citibank de Estados Unidos o el Banco Santander de España. Estos rápidamente han chupado las reservas de divisas del país, con lo que han preparado el escenario para la bancarrota nacional al primer indicio de pánicos de moneda impulsados por los especuladores".
Según el análisis de Palast "Argentina aceptó la medicina económica de los cuatro pasos del Banco Mundial con fatal alegría. No tenía muchas opciones" y revela el informe secreto de junio del 2001 de ese organismo, "Estrategia de ayuda al país", en el que se ordena a Argentina salir de la depresión por medio del aumento de la "flexibilidad de la fuerza de trabajo".
El suicidio económico
"Esto significa -dice el periodista- reducir programas de trabajo, destruir las reglas sindicales y rebajar los salarios. En el documento, el presidente del BM, James Wolfensohn, expresó su satisfacción particular porque el gobierno de Argentina había hecho "una reducción de $3 mil millones en gastos primarios". Reducir los gastos del gobierno en medio de una recesión es un suicidio económico, porque mata la demanda cuando más se necesita. ¿Quién pudo haber empujado a los bancos a exigir un programa tan loco? La respuesta está sugerida en el documento. Ese recorte de 3 mil millones compensará el incremento de las obligaciones por los intereses para pagar a los bancos extranjeros -Citibank, Chase Manhattan Bank, Bank of America, Credit Suisse y Lloyd's Bank- que después de desangrar a la nación de su capital, han prestado a Argentina su propio dinero a tasas que sólo pueden calificarse de usura. Los bancos extranjeros que trabajan con el FMI habían exigido a Argentina que pagara una colosal prima de riesgo del 16 por ciento por encima de las tasas de préstamo del Departamento del Tesoro de Estados Unidos".
A veces cuando quien nos dice las cosas que nos pasan, que sabemos que nos pasan y que hubiéramos deseado que nunca nos sucedieran, desde afuera suenan con el recato desgarrador de la evidencia. Tales voces son necesarias hoy, quizá, para advertir lo que nos pasará, irremediablemente.
Al igual que Reutemann, Usandizaga no ha suministrado razones de su igualmente sorpresivo abandono de un espacio institucional, envidiable como pocos. La defección de ambos líderes santafesinos, aun cuando aludan a motivos de estricta conciencia íntima, no puede sino ser concebida como un mal presagio de los tiempos por venir.
No es necesario adherir a uno u otro, ni siquiera simpatizar con sus ideas o estilos para comprender que en un estado diferente de cosas y manteniendo ambos la conducción de los dos principales sectores políticos provinciales, seguirían monopolizando en buena medida y aun con todas las críticas de que se hicieren merecedores, los rumbos de la vida pública provincial y su proyección en la esfera nacional.
Desde aquel emotivo grito con que Usandizaga despidió a su comprovinciano que abandonaba en 1999 el Senado nacional para hacerse cargo por segunda vez de la Gobernación provincial y que refrendó en público un acuerdo antedatado, ambos han cultivado una relación de escaso perfil público pero de intenso entendimiento político, con todo lo que ello importa para bien o para mal.
"Lole, presidente" fue el augurio que entonces le dedicó el Vasco a su vencedor. Para algunos fue un gesto sublime. El del adversario derrotado reconociendo la supremacía de su retador y asumiendo una actitud de colaboración acorde con la esencia misma de la democracia. Para otros fue lisa y llanamente una traición de quienes se entregan doblegados en serio y resignando sus ideales se unen al enemigo que no pudieron vencer.
Todos, sin embargo, más tarde o temprano terminarían aceptando que aquel entendimiento que Usandizaga y Reutemann sellaron en algún momento habría de extenderse a algo más que a la repartija de algunos cargos públicos (y algunos "negocios", según los más recelosos) y marcaría el estilo mismo de una convivencia política en la provincia que menguó hasta estos días las históricas disputas de otras épocas.
Los defensores de semejante coexistencia, inédita al momento de su consumación en la provincia y el país, argumentan que fue la simiente para una época de paz social sostenida. Obviamente así hablan quienes forman parte, de un modo u otro, del usandizaguismo y el reutemismo que reivindican como un blasón el pacto: "Basta mirar lo que pasa en Entre Ríos. A la crisis feroz que sacude a la Argentina se le suman, en esa provincia, peleas entre sectores de los mismos partidos y furibundos enfrentamientos de la oposición con cada medida que intenta adoptar el gobernador Montiel. La resultante es una provincia que en pocos meses atrasó veinte años, que tiene hoy todas sus estructuras paralizadas y en la que su población se debate entre la desesperación y la miseria. Los Lecop son casi oro en polvo para un entrerriano medio que deambula mendigando a diario para cotizar su moneda propia y conseguir con suerte que le acepten un federal al 40 por ciento de su valor. Un asalariado del otro lado del Paraná perdió el 40 por ciento por ciento de su poder adquisitivo por la devaluación y otro 40 por ciento por la depreciación del federal. Hoy vive con el 20 por ciento de lo que ganaba hace un año pero todo le cuesta, cuanto menos, el doble", señalan.
La pauta de que aquel pacto -que desde la tapa de La Capital se pusiera en evidencia por primera vez ante la opinión pública- ha venido funcionando la da el hecho de que los reutemistas admitieran, en momentos de relax que no se dan en estos días, que gracias a su existencia han podido administrar la provincia primero en calma y segundo con cierto orden, por muy bajas que hayan sido las expectativas que se plantearan desde su condición de gobernantes.
Afectados por el vértigo del desconcierto, los reutemistas comienzan a tironearse unos a otros sin percatarse del riesgo notorio de precipitarse todos juntos al abismo. El exabrupto de los ministros de Salud, Carlos Parola, y de Hacienda, Juan Carlos Mercier, de exhibir en público sus diferencias. O el de los senadores provinciales de prestarse a escenificar semejante desatino no puede menos que rebelar a la ciudadanía. Frente a una emergencia sanitaria de gravedad inusitada lo único que no pueden hacer quienes tienen que esforzarse por enfrentarla es hacer lo que han hecho: convertirla en una pelea de conventillo. Y ello sólo por citar los ejemplos más notorios. Reutemann, por intermedio de su vice, Marcelo Muniagurria, tuvo que llamarlos al orden y hacerles llegar un reto cual niños malcriados.
Dudas con fundamento
Quizá quienes han abrigado dudas sobre la capacidad de formar eventuales equipos que tuviera el gobernador para aspirar a la Presidencia de la Nación se sientan del todo ratificados con este tipo de incidentes. Y quienes las tengan respecto de la sucesión que el peronismo presente a la provincia, también. Más allá de las aspiraciones políticas o la decisión de renunciar que tengan algunos de los ministros.
Reutemann no se reintegrará esta semana a sus funciones. En rigor, no se sabe cuándo lo hará. Y por ende, se desconoce si Usandizaga le anticipó su decisión de irse del Consejo de la Magistratura. Si se sabe que el radical, como hizo el Lole el día en que se negó en la Casa Rosada, nada les dijo a los suyos. Ni a los más cercanos.
La pelea entre el presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Hammerly, con los senadores de su propio partido -más allá de la réplica razonablemente ofendida del radical Alberto Beccani, quien terminó siendo protagonista por un notorio error de cálculo de los estrategas del primero- podría tener, pese a todo lo que se diga, origen en una orden emanada del propio Reutemann. No en que se peleen, seguramente. Pero sí para que se revea la negativa de los senadores a votar la caducidad de los mandatos, la reforma política y a avanzar en una reforma constitucional.
Si esto efectivamente fuese así, como se admite en la Casa Gris, se estaría frente a la inminencia de resoluciones trascendentes por parte del gobernador. Pero fiel a su estilo aún no ha revelado sus planes y por ahora cunde el temor de que quiera acortar el fin de su mandato para no ocupar por algún tiempo ningún cargo político.
Del mismo modo, los radicales están parados sobre el puente movedizo de una fractura partidaria en la provincia más real de lo que muchos están dispuestos a admitir por ahora. Entre los usandizaguistas anida el pánico de que su jefe pudiera de modo inconsulto y sorpresivo renunciar a su banca en el Senado nacional alejándose de los espacios político-institucionales que hoy ocupa.
En cambio para los demás santafesinos no se aclara todavía el sino de estas inquietantes conductas aunque se intuya que se vienen tiempos de cambios profundos que nadie atina a vaticinar si serán mejores o peores, pero sí que serán convulsivos.