Año CXXXV
 Nº 49.567
Rosario,
domingo  11 de
agosto de 2002
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El cazador oculto: Las virtudes de un buen asadito

Ricardo Luque / La Capital

Compartir un asado con amigos es un clásico argentino. Igual que jugar al truco, tomar mate, bailar el tango y hablar de fútbol. Por eso la historia que cuenta la película de Gustavo Postiglione "El asadito" resultó tan familiar para el público. Porque era su historia. Un espejo donde podían verse, convenientemente estilizadas, las virtudes y miserias de los argentinos. La película se filmó en tiempo real. Una parrilla, una bolsa de carbón, una tira de asado. Un puñado de hombres curtidos por el tiempo. Una cámara al hombro. Nada más. El resto, la sustancia de la película, no es más que una loca idea. Que una terraza, en una tórrida tarde de verano, bien puede ser el escenario de la vida. Quedó claro que la idea no era tan loca ni tan original. Dicen que allá lejos y hace tiempo fue León Tolstoi quien recomendó: "Pinta tu aldea y serás universal", y eso es precisamente lo que hace "El asadito". Pinta, con trazos gruesos, un retrato del ser argentino. Puede gustar o no, pero nadie puede negar que "El asadito" desborda argentinidad. De ahí que la película, a pesar de ser una realización rosarina, haya logrado conquistar el corazón de los porteños. Y lo hizo sencillamente porque se atrevió a ser rosarina, y por lo tanto universal, sin necesidad de mostrar el Monumento a la Bandera. Por eso, quizás, un productor de espectáculos rosarino se atrevió a proponerle al director de la película que escriba una versión de "El asadito" para teatro. Nadie ignora que los productores de espectáculos rosarinos jamás tuvieron una natural disposición a invertir en espectáculos rosarinos. Y, vaya paradoja, en este caso hay uno, Claudio Joison, dispuesto a hacerlo. Su decisión se funda en la confianza que le despertó el éxito que la película tuvo más allá de la avenida Circunvalación. La obra se estrenará el próximo 11 de octubre en el teatro La Comedia con vistas a ser exportada a Buenos Aires después de cumplir una temporada local. Una aventura que las huestes de Gustavo Postiglione no habían imaginado pero que aceptaron gustosas. Y no es para menos. Estos no son tiempos para dejar pasar una buena oportunidad.


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