| | Reflexiones Adiós Batasuna
| Martín Prieto / El País de Madrid
En tiempos tormentosos conviene recordar lo obvio para no barajar los hechos al azar: PNV, EA, Batasuna, ETA y, gaseosamente, la Izquierda Unida de Euskadi (con la oposición de muchos comunistas vascos que no quieren suicidarse tan deprisa) comparten un mismo objetivo: crear un país vasco independiente que se anexionaría Navarra y tres departamentos franceses de los Pirineos Atlánticos. La demencia del enunciado no desmerece su formulación real, y basta el tormento de escuchar a Arzalluz, brujo locoide de una pequeña tribu más salvaje que la escocesa. Les diferencian matices y métodos: el discurso del método publicitado tras las últimas elecciones vascas por un ex periodista, consejero delegado de lo suyo, muy cobarde, lelo y falsario. Pero ni el amor o el odio, o una simbiosis de ambos, unen con tan poderosa pasión y lazos de complicidad a quienes creen estar forjando el nacimiento de una nación, empresa única en la vida de los hombres por la que se ha de dar la vida (preferentemente la de los demás), altar para el martirologio propio y ajeno, ética de los pioneros y hasta estética arrebatadora como la filmada por Leni. Riefensthal para el III Reich y que se reconoce en los funerales o exaltaciones secesionistas con bosques de ikurriñas que tratan de ocultar una esvástica en forma de trébol. Francia acaba de fulminar judicialmente al partido de bolsillo de un psiquiatrizado que quiso matar a Chirac. No sólo eso: la ausencia de complejos de su chovinismo prohíbe en Francia partidos que propugnen, aunque sea por métodos pacíficos, el menor recorte de su territorialidad nacional. La redonda redundancia del presidente Aznar («Hasta aquí hemos llegado, y hemos llegado hasta aquí») se la llevará el viento, como a las más grandes hojas de los árboles podridos, si no se pierde, al fin, el extraño complejo ante Batasuna que no ya predica la independencia que nunca existió sino que es a ETA lo que el Partido Comunista (reconstituido) fue a los Grapo: un servomando político para el que la vanguardia es el brazo armado. Seguir suponiendo que Batasuna sólo hace política invita a la melancolía más que la lectura de Proust, y es menos provechosa. Da igual a dónde vayan los batasunos: pocos pasarán a la clandestinidad y la mayoría engordará los votos del nacionalismo independentista que se reclama pacífico. Estos aducen, teniéndonos por tontos, que la ilegalización no detendrá el terrorismo; ni la detención de los asesinos de Santa Pola, y no por ello hay que desmovilizar a la policía y dar a aquéllos impunidad. A menos que la Constitución se reforme sólo en Euskadi y con un censo como el que Marruecos quisiera para el Sahara, una gigantesca mayoría de bloqueo impide la secesión de Guipúzcoa y Vizcaya, que no llegarían a más. Representan la patria vasca como esa vieja que pasa llorando. No es tal: es el estéril remedo de la muerte.
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