Año CXXXV
 Nº 49.563
Rosario,
miércoles  07 de
agosto de 2002
Min 5º
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cartas
Para todos los veterinarios

La medicina para animales es una de las más respetables profesiones que sin duda enaltece a quien la ejerce con vocación verdadera, al procurar alivio en las dolencias de aquellas criaturas que, desde el silencio, soportan el rigor de un mundo ajeno a las sensibilidades. Sin embargo, observo con tristeza cómo muchos veterinarios se atrincheran en sus clínicas, a veces semiocultos detrás de inmensas estanterías de accesorios y productos, desarrollando con gran ingenio infinitos servicios dirigidos a sus "clientes", entendiendo como tales a la dupla propietario-mascota; y ocupados en esa tarea generadora de ingresos prefieren ignorar lo que sucede poco más allá de los frentes vidriados de sus negocios: muchos perros agonizan en las calles; otros deambulan en condiciones desesperantes, enfermos y famélicos; cientos son criminalmente aislados... e innumerables ejemplos que hallaremos sin esfuerzo, con sólo levantar la mirada. La pregunta surge sin atenuantes: ¿es un pecado tan ominoso involucrarse voluntariamente en algunas de estas cuestiones? ¿No es reprobable y vergonzoso negar una módica atención a un animal enfermo, abandonado, sin destino y que jamás conocerán una clínica? Yo no pido que los veterinarios llenen sus mochilas con ungüentos y jeringas y salgan de safari a curar a cuanto bicho del cono sur se les cruce en el camino, pero critico a quienes no son capaces por iniciativa propia de ejercer un eventual auxilio, tratamiento o rescate a esos casos perdidos, ni siquiera en sus momentos de ocio, con los codos apoyados en el escritorio mirando la calle en esos días de poco trabajo. No es inoportuna la ocasión para denunciar también la actitud desdeñosa y ausente del Colegio de Veterinarios, cuya única función recaudatoria molesta incluso a sus propios asociados, y que jamás planteó la mínima posibilidad de sugerir convenios con clínicas o entidades oficiales (municipios, universidades) para la atención seria y profesional de estos casos comentados. Estoy convencido que a ningún veterinario se le caerá el diploma por atender ad honórem dentro o fuera de su clínica algún caso aislado, simplemente porque estaría llevando a la práctica aquello que juró al recibirlo.
Roberto Castaño


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