| | Lecturas Argentino de París
| Osvaldo Aguirre / La Capital
La obra de Copi (Raúl Damonte Taborda, 1939-1987) ocupa un lugar central en la literatura argentina reciente. La creciente atención de que es objeto, su redescubrimiento a través de diversas ediciones, son indicios de esa valorización que comporta aspectos paradójicos, si se piensa en la exclusión en que se debatió durante largo tiempo. La aparición de dos piezas teatrales, "Cachafaz" y "La sombra de Wenceslao" (Adriana Hidalgo Editora), puede inscribirse en ese marco. El teatro permanece todavía como la zona menos conocida (en Argentina, no en Europa) de la producción de Copi, ya que mientras varias de sus piezas esperan ser traducidas al castellano, han circulado desde hace tiempo las ediciones de sus historietas y de su narrativa. El escritor desarrolló su obra en Francia, donde vivió desde 1962 hasta su muerte. Al igual que su padre, el periodista Raúl Damonte, se definía como un "argentino de París". No se trataba de una ocurrencia gratuita sino de una circunstancia que aludía a un problema central de su escritura: la dualidad de lenguas. "A veces me expreso en mi lengua materna, el argentino -dijo- pero más a menudo lo hago en la lengua que amo, el francés". "Cachafaz" y "La sombra de Wenceslao" fueron escritas en un registro definido de la lengua materna, que pertenece menos al lenguaje corriente que al campo de la literatura: el de la gauchesca. El dominio que muestra Copi es el de alguien que ha crecido en ese lenguaje, no el de un extraño que lo retransmite o traduce. Por eso, al recuperarlo, Copi recrea ese mundo un poco perdido y con él devuelve personajes y situaciones bien definidas. El personaje de Wenceslao, por ejemplo, constituye una especie de parodia del modelo del gaucho viejo, cristalizado en los epígonos del género. La parodia, en este caso, no supone una descalificación sino una especie de redescubrimiento, como si Copi se hubiera propuesto eliminar del estereotipo la pátina adherida por los malos escritores y los periodistas perezosos. Y la acción que narra la obra, escrita en 1978, remite a su vez a un tópico del drama rural: el de la familia campesina arruinada por una nueva economía y que entonces se desarma para emigrar a la ciudad. Copi adopta estos temas y los hace funcionar en su sistema: por eso alude a Silvano Santander (personaje de su novela El baile de las locas) y al diario Crítica y lleva a Wenceslao en un disparatado viaje por las cataratas del Iguazú (que en realidad es un viaje a la muerte). "Cachafaz", escrita en 1980, supone una continuación de esa obra, en el sentido de que alude a otro momento histórico del mismo registro de lengua. El espacio no es el del campo sino el del arrabal, con su población de compadritos, vigilantes y maricas (agregado del autor) y el género de referencia es el tango. La acción transcurre en una pieza del conventillo del medio mundo en Montevideo, un ámbito que termina por mezclarse con el de las tragedias clásicas, con su coro de ánimas y sus maldiciones. La Raulito friega el piso mientras Cachafaz duerme. El protagonista, un malevo que explota a su pareja, transcurre su ocio pensando en escribir la letra de un tango, "un tango de vocación,/ un tango bien de mi rango,/ pa' cantarlo en el salón". Copi dedicó buena parte de su obra a revisar los grandes mitos de la Argentina. Lo hacía como un provocador. En 1978 escribió la obra teatral "La copa del mundo" para escarnecer el mundial de fútbol. En su última novela, "La Internacional argentina" se burló con mucha gracia de Borges. Su excelente "Eva Perón" (escrita en 1970 y publicada en Argentina el año pasado) hizo que tuviera prohibido el ingreso al país hasta 1984. En esa distancia encontró la medida de su propia mirada.
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