Año CXXXV
 Nº 49.563
Rosario,
miércoles  07 de
agosto de 2002
Min 5º
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Editorial
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Riesgos de la desigualdad

Un informe recientemente divulgado por la World Wildlife Fund (WWF), entidad dedicada a la defensa de la vida salvaje sobre la Tierra, dejó a quienes tuvieron acceso a él con una sensación que la palabra preocupación describe sólo someramente. Es que el tono que se utilizó, sustentado en la crudeza de los datos, resulta contundente. "La especie humana está saqueando el planeta a un ritmo que supera su capacidad de recuperación y amenaza la sustentación de la vida", asegura el documento, antes de afirmar que en cincuenta años, "cuando se agoten los recursos existentes", será necesario colonizar dos planetas de tamaño semejante al de la Tierra para proveer a las necesidades de la humanidad.
La apocalíptica profecía se sostiene en la irrefutable base constituida por los números, que señalan el dramático achicamiento de las áreas forestadas, la pérdida de la biodiversidad en los mares y la caída de más de la mitad en las reservas de agua potable. A ello debe sumarse la extinción de numerosas especies animales y vegetales, que si bien técnicamente no son tales -se requiere la comprobación de su ausencia durante un lapso de cincuenta años-, ya se erigen como un hecho por completo verificable.
El diagnóstico, sombrío, dio paso a un potencial remedio. La solución consistiría, simplemente, en que los países desarrollados bajaran de modo drástico su nivel de consumo. Y un vocero de la organización ecologista Greenpeace dio un paso más en esa dirección, al asegurar que la única salida es que las naciones ricas hagan concesiones a las pobres. El informe de WWF es revelador: un ciudadano estadounidense promedio consume el doble de recursos naturales que uno británico y veinticuatro veces más que los habitantes de ciertos Estados de Africa.
No mucho tiempo atrás, en esta misma columna se hacía mención a los riesgos que depara para el planeta la creciente desigualdad entre humildes y poderosos. No sólo a nivel político, porque la pauperización es la semilla ideal para el desarrollo de los totalitarismos, sino -como ahora queda confirmado- como concreta amenaza a la misma prolongación de la vida humana sobre la Tierra. Si el hombre no supera egoísmos reflejados en inequidades monstruosas, su propia existencia se verá en peligro. Todavía queda tiempo, pero no conviene perderlo.


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