| | Editorial Humanismo santafesino
| Diez años atrás, una novedosa inquietud de un grupo de jóvenes del sur santafesino por modificar conductas sobre el medio ambiente y el espíritu abierto de las autoridades de Firmat y de otras comunas vecinas para apoyarlos permitió que esa experiencia, denominada "ecoclubes", hoy se esté implementando en más de 15 países y, como consecuencia de ello, sus creadores hayan recibido un premio internacional por el profundo contenido humanista de su iniciativa. En su inicio el proyecto estaba destinado a la separación de residuos en origen y reciclado a través de un abono orgánico llamado compost. Se pretendía que los jóvenes participaran y se comprometiesen con el medio ambiente y el semejante. Pero luego las actividades se extendieron al tema adicciones, tabaquismo, arboldado público, agua potable y la lucha contra la enfermedad del dengue. En el fondo, lo que el programa pretende es hacer tomar conciencia a niños y adolescentes sobre determinadas problemáticas y capacitarlos para que, siendo adultos, puedan modificar las estructuras donde les toque intervenir. La experiencia tomó cuerpo rápidamente en el país (3.500 jóvenes integran la red) y se extendió a América latina y Europa, con cabecera en España. Los pioneros aún no toman dimensión de lo que han generado y no salen del asombro. Hace poco tiempo debieron disertar ante un auditorio de más de 3.000 líderes empresarios reunidos en Nueva York, luego de que llamaran la atención de las organizaciones Mundial y Panamericana de la Salud y el Banco Mundial. Aunque ello fue el resultado de haber sido distinguidos por la Fundación Schwab de Suiza como uno de los 40 mejores trabajos en el mundo con el objetivo de humanizar el planeta. Tanto para la provincia como para la Argentina, se trata de una tarea verdaderamente aleccionadora, porque, además de convocar exitosamente a miles de jóvenes a actuar directamente sobre los problemas, está revelando la existencia de un enorme potencial creador en la ciudadanía, el cual no siempre se suele valorar y mucho menos capitalizar. Paradójicamente cuando la actual coyuntura crítica por la que se atraviesa el país reclama reforzar los lazos de solidaridad e intentar con la participación modificar la desigual trama social imperante. Un ejemplo de humanismo entonces que la clase política, tan divorciada por momentos de la sociedad civil, debe tomar debida nota.
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