Marcelo Minichetti / La Capital
Carlos López Puccio es el único rosarino que integra el conjunto Les Luthiers. Además dirige el Estudio Coral de Buenos Aires, un conjunto de músicos profesionales volcados al canto coral, y el Coro Polifónico Nacional. A los 55 años y con casi cuarenta de radicación en Buenos Aires, el artista recuerda su juventud en Rosario y habla de su presente como protagonista de la aventura de hacer y vivir del arte. En un diálogo que mantuvo con La Capital el músico reveló: "Me fui de Rosario porque quería ser director de orquesta y el único lugar en el que se estudiaba dirección de orquesta a nivel universitario era La Plata. Estaba fascinado con la melena y la batuta". -Manuel Aranda acuñó la frase "Ser rosarino es un chiste del destino", ¿usted cree que hay una personalidad rosarina? -Ya no sé muy bien qué es Rosario. Me fui hace mucho y era una ciudad muy diferente. Por ejemplo, no estaba la autopista a Buenos Aires y la famosa vinculación con Buenos Aires me parece que siempre ha sido inconveniente para Rosario, a la que le cuesta generar cosas independientes. No sé cómo ha cambiado eso, pero yo mantuve a mis viejos acá y era el motivo para venir de tanto en tanto. Pero no tengo un contacto vivo con la ciudad, realmente. -¿Cuándo se fue de la ciudad? -A los 17 años... ¿Ahora te tengo que decir el año? -Si me hubiera dicho el año en que se fue, ¿ahora no podría hacer cálculos? -(Risas) Fue en el 63. Te das cuenta que han pasado casi cuarenta años. En aquel tiempo había unas chocitas junto al río (risas). -¿Por qué estudió música en La Plata y no en Rosario? -Quería ser director de orquesta. Estaba fascinado con la melena y la batuta y era hijo de una familia de clase media, de profesionales, y que yo estudiara música les parecía una perversión. El único lugar en el que se estudiaba dirección de orquesta a nivel universitario era La Plata. -¿Qué piensa un músico serio entre comillas y de uno popular entre comillas? -Depende de quien sea uno y quien sea el otro. -El serio sería usted, con título universitario como director de orquesta. -(Risa) ¿Vos sabés que yo soy una bestia en música popular? Hice una especialización en música clásica y la música popular siempre ha sido un medio con Les Luthiers. Ahí hago lo que haga falta (risas). Pero no consumo mucha música popular. Confieso que soy un bicho raro. -Además de su labor con Les Luthiers también dirige al Estudio Coral de Buenos Aires, ¿es un coro de exquisitos? -Es un instrumento formidable y para la Argentina es un coro de alto nivel. Todos los que cantan son profesionales de la música, además tiene un repertorio que casi no se hace, y lo digo con una mano en el corazón, porque son obras que o las hace un coro profesional o no se pueden hacer. -Usted dijo que amigos en Rosario tiene pocos, ¿y enemigos? -Creo que no tengo enemigos en ningún lado y me preocuparía mucho tenerlos porque, en general, creo que soy un buen tipo. Podré tener gente que me envidie, pero no es culpa mía. Los enemigos son los que uno se grangea. -¿Les Luthiers fue un juego de los años del Instituto Di Tella? -Tal cual. Fue un juego que en un momento empezó a dar un poquito de plata, lo defendimos y lo fuimos construyendo. Imperceptiblemente fue creciendo y de juego se convirtió en una profesión y en la fuente de vida esencial de todos. -¿Les Luthiers encuentra nuevas vetas o sigue profundizando la misma? -El estilo de Les Luthiers no está copiado, sino que se fue definiendo por lo que somos nosotros, entonces, estamos siempre dentro del estilo, pero además pienso que hemos ido evolucionado y el público no se ríe dos veces del mismo chiste; si no hubiera una cuota de novedad, Les Luthiers se hubiera muerto hace rato. Hacemos una ironía muy gorda pero no denunciamos al político de turno. Si hiciéramos humor político la realidad nos habría desbordado. Cuando algo es ridículo per se, no podés parodiarlo y con la política pasa eso. Visto como fenómeno humorístico, es formidable ver las cosas que se pueden inventar en este país. -¿Cuando está dirigiendo al coro no siente que el público espera que usted haga algo impensable, humorístico? -Sí, me pasa, pero yo trato de separar una cosa de otra. -¿A Roberto Fontanarrosa lo conocía de Rosario o lo conoció por su relación con Les Luthiers? -Me parece que el Negro es más chico que yo. Creo que, cuando me fui de Rosario, nos estaba en la cuna pero andaría jugando en el potrero. -¿Cómo fue su relación con el conjunto Pro Música? -Estuve ocho años con ellos, pero fue algo paradójico, porque yo justo me había ido de Rosario cuando Cristián Hernández Larguía armó el grupo. Christián decía siempre que tenía que comprar una viola da gamba y yo le dije: "Quiero tocar la viola". A los pocos meses aparecieron unos amigos en La Plata con una viola da gamba que me mandaba Cristián para que yo aprendiera a tocar y con un método en alemán, idioma que aún no puedo dominar. Yo tocaba violín y me puse a estudiar viola da gamba. Y así me sume a ellos, durante ocho años. -¿Qué gusto se quiere dar? -Me encantaría dirigir cine, pero me parece que lo vamos a dejar para la próxima vida. Me encantaría dirigir una ópera de Wagner, pero son esas cosas a las que hay que dedicarles toda una vida. -¿Cree que habrá próxima? -Hay una edad en que a uno le conviene creer que sí.
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