Mauricio Maronna / La Capital
La campaña electoral parece un talk show de media tarde. El enfrentamiento entre Eduardo Duhalde y Carlos Menem vuelve a echar sombras sobre el futuro del PJ, más parecido que nunca a una confederación de partidos provinciales que al movimiento nacional organizado que supo ser. El aferramiento de Carlos Reutemann al "no", los frentes de tormenta judiciales que se abaten sobre Menem, la imperceptible oscilación del amperímetro de De la Sota, la casi nula adhesión que proyecta Juan Carlos Romero y los amagues de Néstor Kirchner de ir por afuera del PJ convierten lo que iba a ser la madre de todas las batallas en una grotesca pelea de Titanes en el Ring. Aunque siempre es mejor la parodia que el olor a pólvora con el que el peronismo supo dirimir el poder. En este escenario pálido, Adolfo Rodríguez Saá empieza a asomar cabeza liderando encuestas en provincia de Buenos Aires, Córdoba y los territorios de Cuyo. Pero nadie sabe si jugará por adentro o por afuera del peronismo. Un amplio y abarcativo sondeo de imagen que realizó la empresa Carlos Germano y Asociados, al que tuvo acceso La Capital, muestra que el Lole (33,5%) está al frente por primera vez en territorio bonaerense, seguido por el puntano (30,5%) y Elisa Carrió (28,7%). Rodríguez Saá quiere convertirse en el Menem del 88, quien desde la periferia, las promesas y el incansable recorrido territorial dio el batacazo al derrotar al poder formal del peronismo, en manos del binomio Antonio Cafiero-De la Sota. "Menem será muy pícaro, pero yo juego al truco sin cartas", le dijo el Adolfo a este diario. Y por ahí va el hiperkinético fiel al Cristo de la Quebrada, hablando del futuro argentino como si el default que declaró fuese apenas una apostilla arrumbada en un rinconcito de la historia. Las denuncias de magnicidio, los ataques del duhaldismo a Menem (tratándolo de convicto) y la contraofensiva del riojano (recordando que el matrimonio Duhalde fue a llorar a un programa televisivo por "una cuestión de drogas") no parecen contemplar el estado de ánimo de una sociedad cada vez más propensa a disfrutar en un parque, y no en un cuarto oscuro, el domingo primaveral de internas abiertas. ¿Propuestas serias y realizables? No, de eso no se habla. ¿Alguien se imaginó alguna vez que el juez Norberto Oyarbide, quien estuvo a punto de ser destituido por el efecto Spartacus, sería el encargado de tener en sus manos el futuro político de Menem? El ex presidente, que el domingo pasado en el programa de Mariano Grondona fue una mala caricatura del político habilísimo y astuto que supo ser, observa como, poco a poco, se le escabulle el voto camiseta a manos, precisamente, de Rodríguez Saá. Menem debe agradecer por estas horas que Carrió sea la única líder política que se ocupa de él, manteniéndolo en el centro de la escena. Lilita (quien hizo su contribución a la confusión general de campaña con un inexplicable "exorcismo" al Congreso) sabe que su chance presidencial depende en buena parte de que el riojano triunfe en las internas y polarice con ella los comicios generales. Si hasta su aliado, el demócrata mendocino Gustavo Gutiérrez, calificó de "show mediático sin destino" el pedido de Oyarbide a Suiza para obtener información sobre las cuentas secretas. Maquiavelo tenía razón: cuando de lucha de poder se trata, el fin justifica los medios. Aun para quienes hablan de "purificar la política". Es en este contexto que muchos justicialistas barruntan que "la gran interna peronista será el 30 de marzo", fecha de las elecciones presidenciales (una eternidad para un país anormal como la Argentina). Sostienen que si la asistencia a las urnas el 24 de noviembre resulta un fiasco, aparecerán las voces de dirigentes nacionales de peso y de buena parte de los independientes reclamando que Reutemann sea el candidato. "Como viene la cosa, el 24 de noviembre los peronistas vamos a tener una pelea entre mendigos", ejemplificó Felipe Solá, uno de los tantos gobernadores que se cuida de bendecir explícitamente a alguno de los postulantes. El encuestador Artemio López lo dijo con todas las letras: de acuerdo a sus sondeos el Lole (si pronuncia ese "sí" que se hace rogar como una brisa en enero) ganará por más de 20% de diferencia, sin necesidad de ballottage. El operativo clamor (que parece no gustarle) se terminará con una mera cuestión semántica: no basta con decir "no soy candidato". Para que los que creen que representa una bocanada de sentido común entre tanta oferta electoral insensata se inclinen por otro candidato (o se suban a la gruesa franja del voto bronca) tendrá que declarar: "No soy ni seré postulante". Aunque el establishment santafesino (con su eterna mediocridad a cuestas) no haya notado la trascendencia histórica de tener un jefe del Estado propio, Reutemann puede esperar hasta el 5 de octubre (fecha de presentación de candidaturas) para elegir entre su intuición y lo que una buena parte de la sociedad espera: verlo correr en dirección a la Casa Rosada.
| Adolfo Rodríguez Saá busca captar el voto menemista. | | Ampliar Foto | | |
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