"Nunca fui candidato ni lo soy en este momento. No hay ningún operativo en marcha, ni reuniones, ni contactos especiales" salió a aclarar el gobernador Carlos Reutemann no bien le advirtieron, sin cortesía, que la vocinglería de los suyos era funcional al principal enemigo del gobierno. Fue desde donde el secretario General de la Presidencia, Aníbal Fernández, lo cruzó con un "no puede estar dando vueltas in eternum".
Quiérase o no, el llamado de Reutemann a la agencia de noticias oficial del gobierno para decir que está quietito en lugar de andar dando vueltas sonó a una respuesta al hombre del presidente Duhalde, que también le había reclamado que "deje que sean los otros los que puedan tomar la estatura para poder competir dignamente".
Si Reutemann le hacía un flaco favor a José Manuel de la Sota no acallando a quienes voceaban su nombre, también se lo hizo Fernández saliendo a defenderlo. De la Sota lleva quince días de candidato -un plazo en el que Menem ha suspendido su campaña corrido por el pasado que lo persigue y cada vez lo descuelga más de las encuestas- y no ha conmovido más que a su familia. Con el secretario general hablando por el postulante cordobés a éste se le cuelga el incómodo sayo de que es el candidato del presidente. Lo que es lo mismo que decir que se convierte en una presea de la inveterada interna entre los dos socios más célebres del peronismo y ahora irreconciliables: Eduardo Duhalde y Carlos Menem.
Es verdad que el santafesino no ha hecho el más mínimo gesto para respaldar a su par mediterráneo, tanto como que duda de sus chances (máxime frente a Menem) pero no es menos cierto que la flaccidez de la candidatura de De la Sota comienza a preocupar a quienes temen que se convierta en impotencia electoral. Preocupación que no hizo más que patentizar Fernández. Si De la Sota necesita adquirir estatura para competir "dignamente" está claro que hoy no la tiene y por ende, al menos él, lo ve en un desempeño indigno. Un par de ayudas más así y habrá que admitir que a su caballo lo mancó el comisario. Con razón, Reutemann no quiso ni acercarse a esa tranquera.
Este dato podría pasar por anecdótico de no ser por la gravedad de lo que evidencia. A quienes, y no son pocos, están convencidos de que el futuro del país se dirime en la interna peronista, la desazón debe resultarles enorme. Los precandidatos presidenciales de ese partido autoproclamados en calidad de tales son cinco. Ninguno de ellos representa frente al electorado la idea o sensación de una renovación que pueda satisfacer el reclamo de un cambio dirigencial, maximalizado en el "que se vayan todos".
Por el contrario, Menem quiere volver. Rodríguez Saá está, y desde 1983, al igual que De la Sota, que ya en 1989 fue candidato a vicepresidente de la Nación. Quizás Kirchner por haber actuado de líbero en las estructuras partidarias podría camuflarse como novedoso, aunque no es seguro. En cuanto a Romero, habrá que esperar a que la gente comience a reconocerlo al menos en las fotos. Los dos primeros ya fueron presidentes de la Nación. Uno, nos metió en el Primer Mundo sin avisarnos el peaje que nos cobrarían al salir cuando nos sacó el otro de un empujón. Conocidos son, eso nadie lo puede dudar. Y en conjunto, configuran una pintura que destiñe por todos lados, pero que es la respuesta primaria para quienes se preguntan qué pasa en el país, para que Reutemann se haya convertido en la única opción para el peronismo.
Exposición peligrosa
No ya para los reutemistas, cuya desorientación comienza a mostrar signos de resquebrajamiento orgánico. A fin y al cabo, lo suyo es una elemental razón de sobrevivencia aunque riesgosa frente a una ciudadanía que en su exaltación reclama inhumaciones. Y así se exponen (tal vez, con consentimiento) a ser desautorizados por su jefe si fuera necesario. Como aconteció esta semana.
Pero todos los demás, los que buscan a Reutemann desde estructuras que siempre le han sido ajenas -empresariales, gremiales, económicas, financieras, y otras- no lo buscan, con seguridad, por su estatura de estadista ni de intelectual sino por la coyuntural circunstancia de que es el único que reúne por el momento los dos requisitos indispensables para convertirse en un candidato triunfador.
Junto a Elisa Carrió son los únicos que recrean una cuota de confianza en la gente, pero a diferencia de la candidata del ARI, nadie sabe realmente qué piensa sobre cada cuestión y tampoco qué hará, por lo que muchos se creen con derecho a deducir que no tiene idea sobre qué hacer y por ende se lo considera un hombre potable a los grandes intereses que necesitan un presidente legitimado por el veredicto limpio de las urnas. En otras palabras, permeable a las presiones. O que su silencio convalida una versión más emprolijada de un sistema que en este contexto no se puede defender en público. Tampoco pretender profundizarlo como quiere hacer Menem o atacarlo como estila Carrió.
Así las cosas no sólo no han desaparecido las razones por las cuales Carlos Reutemann dio en la Casa Rosada su primer no oficial, si por éstas entendemos situación sociopolítica y económica, sino que quienes vienen a buscarlo de afuera lo hacen, en muchos casos, pensando en su propio interés, no en el del candidato y menos en el del país. Si De la Sota hubiera tenido un arranque más brillante o despertado alguna expectativa sustentable, o Menem no debiera entretenerse escondiendo su peor rostro de las indiscretas miradas judiciales, ¿cuántos empresarios, economistas y dirigentes de toda laya estarían implorándole a Reutemann que al menos los atienda al teléfono? ¿Cuántos de todos ellos mantendrían la férrea decisión de acompañarlo que juran ahora con unción, si el santafesino tuviera la oportunidad de demostrar con el hecho su dicho de que el país requiere de un sacrificio tal que sólo se puede describir parafraseando a Churchill con su célebre pero realista promesa de "sangre, sudor y lágrimas"? \Y de esto, Reutemann está convencido por sobre cualquier otra cosa. De allí que no haya que descartar que en algún momento se erija como candidato presidencial, pero sin dudas no en el escenario de las actuales circunstancias y menos aún como producto de una interna que él mismo ha graficado en más de una oportunidad como la de un choque entre dos trenes a máxima velocidad. No quiere pararse en medio de esa vía y mientras pueda intentará mirar desde el andén.
Pero tampoco se trata de una cuestión de beatitud. Reutemann no desconoce y hasta es probable que, como en otras épocas, disfrute íntimamente que su nombre se instale allí precisamente donde hubiera querido ponerlo sin ningún esfuerzo y por cuenta de terceros. Sabe además que hoy en día es la única manera de mantener un liderazgo provincial suficiente para mantener cohesionada sus huestes y su territorio libre de asalto. Y para colmo debe imaginarse que el rol partidario que le espera no ha de ser fácil en su calidad de titular del máximo órgano de conducción, el congreso peronista, que deberá ordenar la interna y dirimir las rencillas que de ella surjan. Nadie sin cierto margen de poder fuera de Menem y Duhalde podría pilotear al peronismo en aguas tan embravecidas.
Los santafesinos ya saben que no pueden tomar literalmente lo que dice su gobernador. De lo contrario se encontrarían confundidos por sus dichos a la agencia oficial Télam, que importarían una nueva desmentida que no es tal. Si nunca fue candidato antes porque jamás había dicho que lo era, no lo podía ser ahora que tampoco había dicho serlo. No desmintió nada. Por lo demás en cuanto a reuniones o contactos especiales nadie que gobierne una provincia como Santa Fe, sea una de las máximas figuras sociales y políticas del país y conduzca el partido mayoritario, puede estar ajeno a reuniones y contactos de los que sólo él puede decir cuán especiales son o dejan de ser. Los demás no sabemos qué y con quiénes conversa en la mayoría de los casos.
Esta claro que si al ministro Fragueyro -como éste mismo afirma- lo envió Reutemann para colaborar con Mauricio Macri se pueden deducir dos datos cuya incidencia futura habrá que aguardar. En primer término, es revelador de que para que se cristalice ello debió mediar un acuerdo con Macri y que importaría toda una definición de respaldo por parte del Lole, además de que para eso hayan sido necesarias "reuniones y contactos especiales". En segundo grado, Reutemann no será candidato pero queda demostrado -con este gesto- que no será un actor pasivo en el proceso electoral.
En cuanto al operativo se infiere que quiso decir que él no lo avalaba o autorizaba pero no que no existía porque es por todos conocido que estaba en marcha y eso precisamente fue lo que lo hizo salir a hablar. A menos, claro, que acepte que fueron las reacciones se generaron a partir del operativo pero otra vez concluiríamos en que, supuesto o no, espontáneo o planificado, el operativo estaba lanzado. Reacciones que fueron públicas en cuanto al gobierno nacional con las declaraciones de Fernández, o a aquellas que quizá no hayan trascendido. Si cuando él pensaba en la posibilidad de su candidatura existió el misilazo que luego describió por qué no pensar que ahora también alguien haya podido amenazar otra vez con dar la orden de disparar.
Como sea, el Lole añadió otro a su colección de nones. Sobre todo porque está convencido de que esta no será su carrera y que, para colmo, no sería la del campeonato y por ende puede resultar más corta de lo esperado.
Las dos transiciones
El razonamiento se resumiría del siguiente modo. "Si Duhalde era el presidente de la transición pero no logró solucionar ninguno de los problemas existentes quien lo suceda corre grave peligro de ser también otro presidente transicional. Es decir, condicionado por las circunstancias a hacer no lo que él quiera sino lo que pueda y en algunos casos lo que lo dejen hacer. Pero en el marco del agravamiento que han sufrido las condiciones generales del país y la región no habría que descartar que ese presidente llegado en el marco de la división que presenta el espectro político, esto es no con más del 20 por ciento de los votos y en una de esas menos, difícilmente tenga fuerza suficiente para afrontar los sinsabores que le esperan. Ergo, otra vez lo mismo. ¿Cómo se rompe este círculo vicioso? Con un gobierno de unidad nacional sin exclusiones. Tal vez ello sea imposible mientras la interna Menem-Duhalde persista por lo que la expectativa, al menos desde el peronismo, para la próxima elección sólo se centra en el módico resultado de que sirva para dirimir la interna que además de triturar dirigentes amenaza tragarse el futuro de todos los argentinos".
Se podrá o no coincidir con Reutemann, pero no es fácil disentir con su diagnóstico de que sólo un gran acuerdo nacional sobre las acciones urgentes y esenciales que requiere el país, que transversalice a los partidos y del que nadie quede afuera (quizá al estilo del Pacto de la Moncloa que selló la unidad y el despegue español), se pueda lograr despertar de la pesadilla que vivimos los argentinos.
¿Qué sucede que nadie atina a poner en debate una salida como la que piensa Reutemann, e incluso él mismo no lo hace? Como suele acontecer en los casos de apuro, la puerta de salida siempre está al fondo del pasillo más largo.