Ariel Etcheverry / La Capital
Pablo regresaba de la casa de su novia y estacionó su automóvil frente al garaje de su tía, donde habitualmente lo deja a resguardo. Mientras abría el portón de rejas, sintió un fuerte golpe en la cabeza y que alguien le apoyaba en la espalda el cañón de un arma. Dos ladrones lo hicieron avanzar y sorprendieron a la dueña de casa y a su hija, que a esa hora dormían. Todo terminó minutos después cuando los ladrones se alzaron con cinco mil pesos y una cantidad no precisada de alhajas de oro. El atraco ocurrió ayer, alrededor de 6, en la vivienda de Cavia 2116. Allí vive Amada Ruggiero, de 70 años, junto a su hija María José. Ruggiero es viuda y tiene otro hijo que vive en Europa. Además de cobrar una pensión, la mujer vende joyas y alhajas en forma domiciliaria. En una época vendía electrodomésticos para un comercio de la zona norte. El dueño de ese local le proveía de un catálogo y Amada lo ofrecía a amigos o vecinos. Pero después cambió de rubro y comenzó a vender joyas bañadas en oro. El de ayer no fue el primer robo que sufrió en su casa. Según sus vecinos, en un par de oportunidades desconocidos ingresaron por los techos y le sustrajeron diversos artículos. "Por eso puso rejas adelante y atrás", contó Patricia, una mujer que vive enfrente. "Además, tenía una escopeta guardada en el aparador", comentó otro vecino. Cuando su hijo partió hacia España le dejó su coche, un Fiat Uno azul, a su primo Pablo, que vive a la vuelta de su casa. Desde entonces, Pablo utiliza el garaje de la casa de Amada. Fue en ese lugar donde ayer los ladrones le tendieron una trampa. El muchacho estacionó el vehículo sobre la vereda, con la trompa apuntando hacia el portón. En el interior de la vivienda, Amada y María José dormían. Aún era de noche y las luces y el motor del Fiat quedaron encendidas. En el momento en que Pablo colocaba las llaves para abrir las rejas irrumpieron los delincuentes. "Seguramente lo esperaban porque sabían que la tía tenía dinero y joyas", fue la hipótesis que lanzó José, un vecino de la cuadra. Los delincuentes esgrimían un cuchillo y un revólver. Golpearon al muchacho en la cabeza y lo empujaron. Los gritos y los ruidos despertaron a Amada, quien decidió abrir la puerta que comunica su casa con el garaje. Prácticamente fue atropellada por los asaltantes que arrastraban a su sobrino hacia el interior de la vivienda. "Vieja puta, dame toda la plata y el oro que tenés", fue lo primero que le dijeron a Amada. Quienes la vieron luego de que todo había sucedido, contaron que la mujer temblaba como una hoja y decía que hizo lo que tenía que hacer para evitar un mal mayor, en obvia referencia a que no tuvo más remedio que entregar el dinero y las alhajas. En el medio de los gritos y la tensión, hasta llegó a pensar que los maleantes podían ensañarse con su hija que se había quedado encerrada en el dormitorio. El rol de María José fue fundamental para poner en fuga a los maleantes, ya que, según contaron a La Capital vecinos de la cuadra, la joven llamó a la policía desde el teléfono de su habitación. Esa llamada se produjo cuando los asaltantes todavía no se habían percatado de que la chica estaba en su dormitorio. "Parece que cuando entraron los ladrones, alcanzó a esconderse en la habitación", sostuvo José. Unos diez minutos después, Amada y Pablo fueron encerrados en el baño y acostados boca abajo. "María José se asomó por la puerta de su pieza y cuando uno de los choros la descubrió, le preguntó si había llamado a la policía y la chica le dijo que sí. Entonces salieron a la calle, subieron a un par de bicicletas y se fueron", contó otro vecino. Los delincuentes se llevaron en total cinco mil pesos en efectivo y un muestrario de joyas bañadas en oro cuyo valor exacto no pudo ser establecido.
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