Año CXXXV
 Nº 49.556
Rosario,
miércoles  31 de
julio de 2002
Min 4º
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Editorial
El mensaje de O'Neill

Nuevamente el secretario del Tesoro norteamericano, Paul O'Neill, se puso en el centro de la polémica luego de que el pasado domingo manifestara su resistencia a asistir financieramente a la región (Brasil, Uruguay y Argentina) porque los préstamos internacionales "terminan en una cuenta en Suiza". Claro que las reacciones en los distintos países no fueron similares, y hay razones para que ello sea así. Mientras en Brasil ha desatado una crisis diplomática y el presidente Henrique Cardoso exigió una retractación pública, amenazando con no recibirlo durante su visita al país el próximo domingo, en la Argentina le respondió el jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, diciendo simplemente que el gobierno de los Estados Unidos se puede "quedar tranquilo".
Desde ya, la desprolijidad de O'Neill para sugerir políticas o marcar errores no tiene calificativos y es más propia de un técnico del sistema financiero que de un miembro del gabinete de la primera potencia del mundo. No obstante, las disímiles reacciones tienen que ver con los antecedentes que ambos países ameritan. El gobierno de Cardoso puede decir con bastante autoridad que en su país "no se roba" y que las declaraciones son una ofensa a todos los ciudadanos, además de recordarle de que así no se trata a quien se considera un aliado. La Argentina no puede sostener lo mismo por cuanto se sabe que la ingente masa de dinero que llegó desde el extranjero no siempre fue destinada a objetivos dignos. A tal punto que es materia de investigación cómo se contrajo la tremenda deuda externa que hoy posee el país. Además, justamente en estos momentos se investiga los movimientos de una cuenta en Suiza del ex presidente Carlos Menem, lo cual llevó a más de un analista a interpretar que se trataba de un claro mensaje a la Argentina y más precisamente al precandidato presidencial.
En rigor a los hechos, se debe señalar que la desconfianza desde el exterior tiene también una estrecha relación con la falta de credibilidad interna. Y mientras no se demuestre una clara intención de producir las reformas en el orden político, de achicamiento en los gastos del Estado o de desarticulación del ingente presupuesto que se destina para una burocracia ineficiente, será difícil convencer a los acreedores para que se queden tranquilos. El estado de zozobra está tan latente como hace seis meses. Los reclamos de las transformaciones que se necesitan todavía siguen a la orden del día. El país no ha cambiado demasiado.


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