| | Editorial Concejo para la crisis
| El gran desafío de recuperar la credibilidad y la confianza en la política, llámese dirigentes de partidos, representantes de distintos ámbitos legislativos o las mismas instituciones parlamentarias, es un tema que requiere un monitoreo constante y sobre el que se debe rendir cuenta permanentemente. Si a cada uno de los legisladores no se le exige dar cuenta de sus actos es probable que pocos se enteren de qué servicio está prestando a la comunidad por la cual fue elegido y, en consecuencia, de existir cierta inercia o negligencia, puede estar quitándole cimiento a los instrumentos que la democracia posee para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. En este sentido, La Capital publicó en la edición de ayer un relevamiento sobre cómo fue el desempeño en el Concejo Municipal de Rosario desde que se renovaron las bancas en diciembre del año pasado y el panorama resulta francamente pobre, de una debilidad endémica y con escasos ejemplos para rescatar. Sólo con observar las cifras se puede tener un cuadro de las carencias de ideas: por mesa de entrada hubo 2.043 expedientes, de los que sólo 967 fueron iniciativas de los concejales; pero si se atiende a los contenidos, la mitad de ellos tiene que ver con intervenciones puntuales en determinadas calles, terrenos baldíos, instalación de semáforos, poda de árboles, condonación de deudas a instituciones o reparación de veredas. Es decir sólo se ocuparon de temas secundarios o de baja gravitación, cuando la ciudadanía está sobrellevando una de las peores crisis económicas de la historia del país. Desde luego, ante un recinto de estas características no puede sorprender que se desate una crisis institucional y las autoridades desistan de continuar manteniéndose en el cargo. Tarea que además deberá resolverse con prontitud antes que la imagen del Palacio Vasallo descienda a un piso irreversible. Se trata de que el cuerpo en su conjunto revise autocríticamente su desempeño y que, una vez designadas las nuevas autoridades, comience a trabajar acorde con las urgentes necesidades de la ciudad. Y en esta dirección cada uno deberá apelar a la inteligencia, al esfuerzo y a la capacidad creativa para elevar iniciativas que ayuden a sobrellevar la grave coyuntura. De ser así, a no dudar de que vendrá inmediatamente el reconocimiento la gente. La política local entonces habrá comenzado a recomponer la red de confianza que nunca debió haber perdido.
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