Año CXXXV
 Nº 49.553
Rosario,
domingo  28 de
julio de 2002
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Análisis: La maldición de los ex presidentes
Los tres mandatarios de la posdictadura atraviesan frentes de tormenta que abonan el clima antipolítico

Mauricio Maronna / La Capital

Raúl Alfonsín renunció a su escaño institucional de senador, Fernando de la Rúa será indagado bajo el cargo de homicidio y Carlos Menem enfrenta un abanico de acusaciones (venta de armas, cuentas no declaradas, evasión y protección a terroristas) que podría devolverlo a la prisión. Ninguno de los tres ex presidentes de la posdictadura puede caminar sin temor a ser escrachado por cualquier calle de la Argentina. La administración de Eduardo Duhalde cargará eternamente sobre sus espaldas el haber hecho explotar todas las minas que activaron sus predecesores: 3.036.000 personas están desempleadas. ¿Hay algún ejemplo más contundente que refleje la razón del divorcio entre representantes y representados?
Los cacerolazos de diciembre parecían haber marcado el quiebre definitivo de una forma de hacer política y, a la vez, el alumbramiento de una nueva dirigencia. ¿Por quién doblan las cacerolas?, empezaron a preguntarse desde la derecha y desde la izquierda, malinterpretando el reclamo de la sociedad e intentando ideologizar una protesta que brotó espontánea y sin manuales. A diestra y siniestra quisieron adueñarse del pegadizo hit veraniego: "Que se vayan todos". Si la verdad es la única realidad, los hechos valen más que las palabras: no se fue nadie.
Las asambleas barriales se fueron despoblando, los ahorristas siguen diciendo que pusieron dólares y quieren dólares. Los movimientos piqueteros se dividieron en tantas siglas que nadie podría, hoy por hoy, nombrarlas sin recurrir a un ayudamemoria. Nadie sabe dónde está (y no se ve) aquella famosa CGT.
La oferta electoral (con comicios aún sin fecha cierta) parece encaminarse hacia una versión empeorada de más de lo mismo. Menem, Adolfo Rodríguez Saá, José de la Sota, Ricardo López Murphy, Patricia Bullrich, Luis Zamora, Elisa Carrió, Juan Carlos Romero (y siguen las firmas) parecen estar jugando a la ruleta rusa en medio de un arsenal. Ninguno de ellos le dice a la sociedad una verdad revelada por la propia gravedad de la crisis: si el futuro presidente no construye un verdadero gobierno de unidad nacional, o como se lo quiera llamar, la Argentina marchará inexorablemente hacia una salida autoritaria. Y el arsenal volará en cien mil pedazos.
Pero, lejos de lo que sería una muestra de sentido común, cada cual atiende su juego. Los peronistas se dedican a olfatear el poder como un tigre a su presa, la izquierda repite consignas incumplibles, el ARI se contenta con polarizar la puja con Menem y la derecha es un ejército de caciques sin indios. Resulta impúdico volver a leer el pomposo tramo de la reforma política (ya promulgada y en plena vigencia) que prohíbe taxativamente hacer campaña proselitista 90 días antes de los comicios.
Menem y Rodríguez Saá (vía Hora Clave), Kirchner (con Crónica TV cubriendo el cierre de sus actos al mejor estilo de la publicidad de una marca de jabón), De la Sota (con su mitin de ayer y los que vendrán) y todos los demás aspirantes (saturando de diagnóstico cuanto programa periodístico aparezca en el dial o la pantalla) se encargan de borrar con el codo, o la boca, lo que sus legisladores escribieron con la mano.
El tren fantasma de la vieja política (conducido por los que conciben el tránsito hacia posiciones de poder solamente de la mano de los aparatos) marcha por el carril de siempre. En su bulímica ansiedad de "ir por todo", la dirigencia parece cerrar los ojos a los datos que, más allá de la importancia cuantitativa que se refleja en las encuestas (el 40% de los potenciales electores no votaría hoy a "ninguno"), se palpan en la caída libre de la clase media, el crecimiento de la pobreza, el récord de desocupados y los miles de hambrientos revolviendo tachos de basura.
En el justicialismo santafesino no se resignan a creer que Carlos Reutemann haya espantado como a una mosca molesta nada menos que a la Presidencia de la Nación. "La cuenta no declarada por Menem en Suiza es un hecho gravísimo. No se trata de dilucidar el origen de los fondos, se trata de un delito objetivo; es como cruzar un semáforo en rojo. El delito consiste en no haber declarado ese patrimonio, lo que llevaría directamente a la inhabilitación para desempeñar cargos públicos. Acuérdense de lo que pasó con (Antonio) Bussi en el Senado", describió a La Capital uno de los máximos operadores del PJ nacional.

Corre, Lole, corre
Más allá de esa lectura sobre los vaivenes procesales de Menem, en gruesos ámbitos del peronismo no se imaginan saliendo a hacer campaña por el riojano. "Eso está claro, ¿pero qué pasa si los candidatos son Menem y Carrió? No quedará otra que salir a pintar paredes por el postulante peronista. Es lo que queremos que entienda Reutemann: constituye la última esperanza para reivindicarnos con la sociedad y debería cambiar su decisión de no competir", amplía la fuente.
Y advierte que Estados Unidos le soltó la mano al amigo riojano. "Anne Krueger le hizo trizas la idea de dolarizar y el emblema periodístico más importante (The New York Times) lo involucró en la voladura de la Amia. Son demasiadas señales...". El silencio del Lole genera desconcierto y lleva a la dirigencia más cercana al gobernador a tomar una definición: "El justicialismo santafesino decidirá a quién apoyar el día que se cierren las listas".
El mientras tanto transcurre entre denuncias y descripción de lo evidente. Los candidatos se olvidan de marcar un horizonte posible y se convierten, apenas, en analistas políticos. Algún postulante debería blanquear la realidad y decir que hará falta mucho sudor y lágrimas para reconstruir un país derrumbado.
A los fabricantes de mentiras (cuando se comprueba que no había nada para "vender") la historia termina pasándolos por encima. Aunque los países no se suiciden, caminar eternamente por la cornisa es un juego demasiado peligroso para la Argentina que supimos conseguir.



Los padecimientos judiciales de Menem son un ejemplo.
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