A Juan Cardozo se le enrojecen los ojos cuando habla de su hijo Raúl. Dice no entender lo que está pasando y lo asocia con una pesadilla. Sus palabras denotan la franqueza de los humildes. Sus gestos transmiten seguridad. El hombre es el padre del albañil que aparece como único imputado por el brutal crimen de un matrimonio de ancianos ocurrido el 17 de julio en una casa de pasillo de España 1148. Desde entonces Raúl está detenido en la comisaría 2ª. Pero tanto la policía como la Justicia admiten que no hay indicios fuertes en su contra.
"Nadie tiene méritos para acusarlo. Sin embargo mi hijo sigue preso y toda la familia está sufriendo este mal trago. Pero ésto no va a quedar así. Primero quiero que lo liberen, después que limpien su nombre y por último, tenga por seguro que no me voy a quedar cruzado de brazos para dar vuelta esta historia". Juan habla en la casa familiar de Gaboto al 5500, en el corazón de barrio Triángulo. La misma casa que él construyó en el año 1954 con la ayuda de su hijo Raúl, quien hoy vive junto a su esposa y sus tres hijos en otra vivienda, que levantó detrás de la de su papá.
"El es albañil igual que yo, que su abuelo y que otros de esta familia. Cuando yo empecé a construir esta casa Raúl tenía unos 8 años, era flaquito como un tero y ya me ayudaba a cargar los baldes con materiales. Aquí vivió desde que nació y lo conoce todo el barrio. Saben quién es, cómo vive y a qué se dedica. Puede pedir referencias a cualquier vecino y sabrá quienes somos los Cardozo", afirma el hombre sin temor a equivocarse y lamentando que cuando su hijo recupere la libertad "será difícil que alguien vuelva a llamarlo para trabajar".
Tras ello, don Juan, con sus 66 años a cuestas, trata de hilvanar lo que le está pasando a Raúl. "Mi hijo conoció al hijo de los Villegas en la iglesia Nuestra Señora de la Salut, en bulevar Seguí y Matienzo, donde iban a aprender en unos talleres de oficios. Una vez el muchacho le ofreció hacer unas refacciones en la casa de sus padres, ahí en el centro, y estuvo trabajando varios meses. Pero unos 20 días antes del crimen ya había dejado de ir. Le dijeron que no tenían más plata y que cuando juntaran algunos pesos lo volverían a llamar". Por lo que sabe, "esta gente después buscó a otros changarines".
Golpeados y sin el dinero
El crimen al que se refiere Juan, y por el cual está preso Raúl, ocurrió la mañana del miércoles 17. Sin embargo fue descubierto a la noche de ese mismo día cuando Walter, uno de los hijos del matrimonio, volvió a la vivienda. Eduardo Villegas, de 86 años, y Josefa Bibiloni, de 80, habían sido asesinados con fuertes golpes asestados con un martillo o maza en la cabeza. Después, los investigadores supieron que de la casa de calle España faltaban unos 6 mil dólares que la pareja guardaba en una latita que escondían en una mesa ratona.
Tras dejar de trabajar en la casa de los Villegas, Raúl empezó a hacer changas en una distribuidora de plástico. El día del doble homicidio, según su padre, "volvió a casa poco antes de las 9 y me dijo que no había nada. Estuvo todo el día acá, esperando como hacía siempre que el trabajo faltaba. Porque le digo algo: acá muchas veces faltó un plato de comida, pero ni a mí ni a mi hijo se nos ocurrió salir a robar o matar para darle de comer a la familia".
Los chicos de Raúl tienen 7, 9 y 12 años. "Son los que más sufren porque sus amigos le preguntan qué pasó y ellos se ponen muy mal. Ahora van a tener que volver a la escuela y los chicos son muy crueles, seguro que algo les van a decir", reflexionó Raúl.
El hombre no tuvo tiempo de sentarse a dialogar con su hijo. "Lo ví un rato el sábado pero no nos dejaron hablar. Le llevé algo de ropa y comida y cruzamos algunas palabras. Me dijo que no tenía nada que ver con esta historia y yo le creo. No sólo porque sea mi hijo, sino porque sé como actúa. Siempre trabajó solo, sin ayuda de changarines, y muchos clientes lo dejaban solo en sus viviendas porque le tenían confianza. Nunca tuvo un problema con la policía, jamás un antecedente ni una pelea. Y ahora cae en esto. Lo ví quebrado, muy mal de ánimo".
Para el final Raúl dejó sus reflexiones sobre el accionar policial. "Yo se que ellos tienen que esclarecer el caso. Cuando lo vinieron a buscar actuaron bien, se llevaron la bicicleta y las herramientas, pero no molestaron a nadie. Yo hablé con el comisario (Osvaldo) Toledo -jefe de la seccional 2ª- y él me reconoció que no había pruebas que lo involucren. Me pidió que esperara, que todo se iba a solucionar. Pero yo le aclaré que voy a poner todos los puntos sobre las íes para limpiar el nombre de mi hijo".