Año CXXXV
 Nº 49.549
Rosario,
miércoles  24 de
julio de 2002
Min 3º
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cartas
En recuerdo del doctor Favaloro

Alguna vez dijo: "Soy orgullosamente argentino, detesto los argentinos orgullosos". Fue un hombre solidario, asociado con el médico servicial, que alguna vez cobró una visita en su consultorio, con una gallina. La dedicación y el trabajo fue su prédica constante. Su profesión supo de sinsabores cuando algún paciente fallecía. Siempre fue el primero en compartir la desazón. La triste noticia la comunicaba con el convencimiento del sentir de un hombre que vibraba en sus sentimientos. Su espíritu obedecía a una afinación en fe mayor. La fama de Los Chalchaleros difunde el concepto que se tenía del doctor Favaloro, al decir de Juan Carlos Saravia: "Cuando me atendía era como estar cerca de tata Dios". La incógnita de su muerte abre interrogantes que la sociedad no digiere. Pienso que la mediocridad que nos gobierna ha sido la causa que su fundación entrara en un cono de sombras y, por cierto, el detonante de su desaparición. La verdad partió junto a él. Lástima que no pudo realizar, con su ejemplo, ese By Pass que necesita el país. Tenemos las arterias saturadas de inanición por políticas mezquinas. No somos capaces de bombear nuestra propia sangre como nación. En una de esas maravillosas charlas, realizó un análisis del Pami, llegando a la conclusión de que con el aporte mensual por jubilado de dos pesos (dije bien dos pesos) se podría manejar y tener una entidad respetable y útil. Toda una utopía. Era un atentado a la coima y malversación. Esta paladín de la medicina tenía una coraza difícil de vulnerar: su honestidad. Tenía como ídolo a San Martín. Como ciudadano sufriente de la decadencia, me tomo la libertad de otorgarle un título: "Doctor Favaloro, padre de corazón abierto". Esta calidad de ser humano, en su andar dejó huella que seguramente marca buen rumbo. No sé cuantos corazones operó, pero estoy seguro que se metió en el corazón de la Humanidad.
Roberto Lovrincevich


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