| | cartas El derecho a la salud y enfermedad
| Hace 29 años que soy docente y dediqué mi vida al trabajo con pasión y vocación. Ahora que tengo 52 años y estoy enferma de linfoma me ha tocado vivir situaciones nuevas en las que he sentido vulnerados mis derechos humanos. El azar quiso que titularizara el cargo de bibliotecaria que se concursó allá por 1998. Entonces yo estaba sana y fui escalafonada con número de orden 19, pero por esas causas que no podemos comprender pasaron cinco años hasta que la titularización se efectivizara. En diciembre de 2001 debía viajar a Santa Fe para asistir al ofrecimiento y como tenía que ser operada no pude hacerlo. Una compañera eligió por mí la Escuela 436. Finalmente, en abril de 2002 llegó la nota que fijaba la toma de posesión el día 2 de mayo y para mi sorpresa no pude tomar posesión por estar enferma (con licencia larga duración). Esto implicó no cobrar el sueldo de mayo. Además, la exigencia de sacar la aptitud psicofísica en estas circunstancias y cuando ya la tenía. Mis argumentos no sirvieron para convencer al jefe de salud laboral y a la responsable de Recursos Humanos. Ellos, representantes del sistema, esgrimieron la siguiente razón: "Es la ley, la ley es fría, ningún empleador le daría trabajo a alguien como usted". ¿Cuál es esa ley" ¿No es acaso la ley una norma que sirve para aplicarse según las circunstancias, de acuerdo con el sentido común? ¿Es legítima una ley que no contempla situaciones especiales? ¿Somos los docentes números, datos estadísticos o seres de carne y hueso con derechos adquiridos? El sistema debe regirse por normas pero éstas deben ser claras, coherentes y justas y lo que cuenta no es aplicar la ley a rajatabla sino que se preservar por sobre todas las cosas los derechos humanos. Marta Fehrmann
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