Año CXXXV
 Nº 49.546
Rosario,
domingo  21 de
julio de 2002
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Análisis: Una campaña que ya huele a naftalina

Mauricio Maronna / La Capital

La campaña electoral recién da sus primeros pasos pero ya huele a naftalina. ¿Dónde quedó aquella "nueva forma de hacer política" que, a puro cacerolazo, la sociedad parecía haberle arrancado a la realidad? ¿Adónde están la renovación dirigencial, las nuevas caras y los nuevos liderazgos que recompondrían el diálogo roto entre gobernantes y gobernados?
Con la renuncia de Carlos Reutemann a competir por la presidencia cada candidato justicialista volvió a su quintita (léase a tratar de arrancar porciones del frondoso aparato partidario), el ARI a polarizar la disputa con el menemismo, la izquierda a retomar el divisionismo crónico y la derecha a ponerle aderezos a una ensalada mixta de postulantes que no hará otra cosa que dispersarla hasta el paroxismo. ¿La UCR? Jorge Asís, tan lúcido como cínico, lo definió con una contundencia a prueba de refutaciones: hoy es más una Organización No Gubernamental (ONG) que un partido político.
La salida de Reutemann privó al país de una opción realista. Su presencia en la grilla hacía posible la transversalidad y la gobernabilidad futura, esa que, hoy por hoy, nadie puede garantizar. Sin embargo, el Lole, mientras dure su convalecencia, deberá meditar sus pasos como un monje de clausura: el aluvión de adhesiones que recibió desde casi todos los sectores de la sociedad podría convertirse en cenizas si no apuesta a terminar de gobernar Santa Fe con mano firme hasta el último día de su mandato y si deja en la nada el liderazgo político que supo construir.
"Tengo bien en claro lo que pasó con Chacho Alvarez", dijo entre unos pocos íntimos el gobernador. La ciclotímica sociedad argentina suele valorar "en caliente" los renunciamientos (en un país en el que casi todos son conductores suicidas hacia la búsqueda del poder), pero cuando el futuro se encarga de confirmar las tendencias de la actualidad esos "pasos al costado" se transforman en un lastre imposible de remontar. Basta con leer la tapa de Noticias: "Cobardes" es el título que ilustra una nota sobre los renunciamientos del Lole y de Macri.
Mientras varios se probaban la vestimenta de gala para salir a escena, a alguien se le escuchó decir: "Estos tipos están locos. Que se prueben todos los trajes que quieran, pero el único sastre es Reutemann". Algunos peronistas santafesinos se paran en la vereda de enfrente: "La poca predisposición a delegar fue un bumerán".
Un ejemplo claro de las consecuencias de "no" del Lole se lee entre líneas: los gobernadores de las provincias chicas (un entramado clave en el PJ) se declararon "prescindentes" de la interna; el duhaldismo fichó con José Manuel de la Sota pero no puede cerrar la procesión de intendentes del conurbano hacia Anillaco; el platense Julio Alak define si será candidato a vice de Menem o del cordobés; los partidos provinciales ya tienen distintas líneas internas (están los que quieren ir solos, los que apuestan al riojano, los que visualizan un frente con Ricardo López Murphy y Patricia Bullrich y los que no tienen idea sobre dónde están parados).
La Capital pudo estar más de cuatro horas con el gobernador una vez que había tomado la decisión. Parecía un hombre que se había sacado de encima una enorme mochila de cemento, pero -a la vez- alguien que comprendía que la historia le estaba reservando un lugar al que le pegó un portazo ¿definitivo?
Aunque sienta que su herida será eterna, muchos de sus pronósticos no fallaron. "Ojo con Menem, no se olviden", recomendaba cuando no pocos analistas políticos repiqueteaban con los tres mosqueteros (Ruckauf, De la Sota y él) y consideraban que lo del riojano era un capítulo cerrado. Y ahí va Menem, con la idea fija de saludar desde el balcón de la Rosada con Cecilia Bolocco.
"Yo no estoy dispuesto a jugar dos campañas (la interna y la general) que serán muy sucias", repetía. Ahí están las denuncias de magnicidio, las casas saqueadas y el mito de que algún enclave de inteligencia tiene más videos que un Blockbuster.
Reutemann sigue sin comprender la escasa visión del autodenominado establishment santafesino: "¿Sabe cuántos empresarios me ofrecieron apenas un automóvil para recorrer el país? Ninguno".
El escenario nacional está a la vista: la remake de una polarización radicalizada entre peronistas y antiperonistas, donde los programas lucen por su ausencia y en el que solamente se ven jugadores de truco sin cartas, hábiles declarantes y promesas incumplibles.
El ARI debería no cometer el pecado de la Alianza: llegar al poder sin programa y con el único objetivo de derrotar a Menem. El caudillo de Anillaco, antes de ganarse el voto, debería rendir cuentas de los estropicios cometidos en su segundo mandato. ¿O después todos saldrán a repetir esa frase hipócrita: "Yo no lo voté"? La oposición a Menem debería, por una vez, contradecir aquella máxima de Perón: "No es que nosotros (los peronistas) seamos buenos, es que los otros son peores".
Hay un dato grave que brota de la encuesta que hoy publica La Capital (ver aparte), y que debería ser leído en su magnitud: la única mayoría en este país es la que no piensa votar a ningún partido.
Aunque la agonía sea demasiado extensa, más tarde que nunca los que tuvieron responsabilidad en este desastre deberían comprender que si no cambian, o se van, la política se muere. Si los que se retiran son los que deberían quedarse, la República volverá a ser el objeto del deseo de los autoritarios. Y ese sería el peor pecado.


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